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Pilar Garcés

El desliz

Pilar Garcés

El aguinaldo de Podemos

La izquierda revolucionaria se ha retratado en la defensa de los pluses de vivienda y transporte que cobran sus altos cargos importados de la Península, elegidos a dedo

La Navidad nos pone a prueba. El último colectivo que merecería que montemos un mercadillo benéfico con el que sacar fondos para paliar su penosidad es el de directores generales y consellers de Podemos. Los nuevos menesterosos. No llegan a final de mes con nóminas de entre 50 y 60 mil euros anuales, y por eso necesitan un sobresueldo que supone dos salarios mínimos interprofesionales. La vivienda está muy cara. No puedo pagar dos casas. El transporte está por las nubes. Les comprendo muy bien. Llevo treinta años trabajando en esta isla acogedora sin que mi empresa sepa si pernocto en Palma o en Cas Concos, y nunca he podido volar cada fin de semana a la Península, ni falta que hace. Ahora me enorgullece pensar en la huella de carbono que he dejado de emitir por mor de mi falta de liquidez. Y porque vivo aquí voluntariamente, como miles de forasters no subvencionados a los que cuatro enchufados han situado en el centro de la diana, en una guerra que no es la suya, para emborronar un poco el debate. Que no va de talento, ni de origen, sino de prebendas a las puertas de otra recesión, defendidas dramáticamente por quienes tenían que hacer la revolución. De la casta no nos gusta nada, solo los privilegios: el plus como uno de los derechos humanos fundamentales. Si los acampados del 15M volvieran a sus tiendas de campaña no creo que fuese para reclamar que la responsable de Soberanía Alimentaria se lleve más de 70 mil euros al año de dinero de todos nosotros por defender embutidos que hace siete meses ni sabía que existían. No era eso.

Desconfío locamente de quien ignora cuánto gasta, cuánto cuesta todo. La gente que no sabe lo que lleva en la cartera no me representa. La consellera de Agricultura, Pesca y Alimentación de Podemos, Mae de la Concha, no sabe lo que invierte en vivir en Mallorca. Dice que ni idea, pero que se informará. Dueña de una librería radicada en Ciutadella, bastante le debe estar costando distinguir un porc negre de uno blanc como para preocuparse del montante del alquiler. Lo que sí sabe es que sin percibir el plus de vivienda y transporte de 22.000 euros no le saldría rentable ocupar un cargo. Pues por nosotros que no lo haga. Puede regresar cuando guste al sector privado, donde hace mucho frío si sabes lo que vale la calefacción. Viene además de cuatro años ocupando un escaño en el Congreso de los Diputados, cuyo bar cobra las cañas a 0,96 euros y el desayuno completo a 1,08 y eso, sumado al jet lag, despista a cualquiera. Yo sí que sé lo que me cuesta la luz, el comedor escolar, el pan y el vuelo de Mallorca a Eivissa para ver a la familia. Tengo un conocimiento preciso del contenido de mi cuenta corriente, de mi billetera y del bonobús. "Haz siempre la suma de cabeza", me aconsejaba mi madre, que jamás se dejó timar una peseta. El otro día leí que ir de Madrid a Barcelona en el Ave barato costará 10 euros. Justo la mitad de lo que yo pago por el taxi al aeropuerto. No sé si alguno de nuestros ínclitos representantes de la izquierda en Madrid ha sentido alguna indignación por semejante afrenta, otra más de la insularidad, tan enfrascados como están en la protección de sus emolumentos gremiales. Pero llega la Navidad, y cómo reprocharles que deseen conservar su suculento aguinaldo. No querremos que nuestros políticos acaben durmiendo en un establo, como el Bon Jesuset.

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