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Mercè  Marrero

La suerte de besar

Mercè Marrero Fuster

El baile de los estorninos

En el año 2012, el experto en tecnología e innovación Don Tapscott ofreció una conferencia titulada: Cuatro principios para la apertura mundial. Me gustaría decir que le sigo porque sé mucho de tecnología o de innovación, pero no. La casualidad fue responsable de que diera con este señor que, por cierto, me pareció un visionario. Habla de colaboración, de liderazgos compartidos y de transparencia y propugna los beneficios de compartir la información o de crear una inteligencia colectiva. Al finalizar su intervención, Tapscott hace un paralelismo con la naturaleza y cuenta la historia de los estorninos que, cada año, sobrevuelan Edimburgo. Durante el día, los pájaros se dedican a hacer las tareas y labores propias de su condición, pero al atardecer se juntan y vuelan en grupo con el objetivo de defenderse y de luchar contra los depredadores. Crean formas y hacen olas en el cielo, usan un sistema de interdependencia donde priman los intereses colectivos por encima de los individuales. En definitiva, tener un objetivo compartido e ir a por él es una combinación poderosa.

El concierto de final de curso de los cantantes infantiles y juveniles de la Coral Universitaria tuvo mucho que ver con la charla de Tapscott. Decenas de cabecitas de diferentes edades, bocas que se abrían y cerraban y cientos de ojos fijos en las expresiones y manos de unas maestras que dirigen un magnífico cotarro. Ningún cantante lidera, pero todos conocen el fin. Una obra de ingeniería artesanal. La fuerza está en saber que un equipo es mejor que la individualidad. Es humildad, porque nadie ostenta un papel de divo y es generosidad porque, si tú lo haces bien, contribuyes a que el de al lado también lo haga. Algo sucede cuando la coral se pone en marcha. Es una explosión de energía colectiva. Un subidón, movimiento, palmas y chasquidos. Los estorninos, al volar juntos, hacen formas perfectas e hipnóticas y las voces, al alzarse juntas, crean ondas envolventes. Una de las mejores críticas que le hicieron a una amiga actriz es que defendía sus personajes, "incluso los secundarios", apostillaba la crítica. Ella tenía claro que un buen secundario contribuye a que el resto brille. "Da una buena réplica y ésta será el trampolín para que el otro declame mejor", decía. Trabajo colaborativo.

Pensé en Tapscott disfrutando del concierto y pienso en el nuevo gobierno escribiendo sobre música (y es que los caminos de la mente son inescrutables). No deseo comparar a nuestros representantes públicos con los cantantes o con los estorninos. O, quizás, sí. No estaría de más que observaran la naturaleza. Los peces se mueven en bancos, las abejas forman enjambres y los pajaritos se defienden en grupo. Por algo será. Los animales tienen claro que, por encima del interés o de la apetencia personal, está la supervivencia del grupo y que solo estando juntos pueden plantar cara a las amenazas. El bien a proteger no es la actitud de "yo, me, mi, conmigo", sino la de "nosotros". Por encima del figurar o del ansia de poder debe estar la generosidad. La misma que muestra quien canta o quien da una réplica sabiendo que, probablemente, no se llevará el aplauso más largo, pero sí el de más calidad. Y, por cierto, gracias al equipo que hace posible que la Coral Universitaria exista. Sois un milagro.

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