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Daniel Capó

Armengol compite con el viento a favor

La política tiene algo de estructural y algo de coyuntural. Ambos componentes benefician en esta ocasión a Francina Armengol, que sabe que todos los elementos juegan a su favor. Se beneficia de la evidente fortaleza económica de las islas, que suman las notables mejoras salariales en el sector de la hostelería y la decidida creación de empleo. Se beneficia de la estabilidad del Govern Balear en estos últimos cuatro años, a pesar de la difícil cuadratura que implica poner de acuerdo a una coalición tan amplia como la que le daba sostén. Se beneficia de la presencia de Pedro Sánchez en Madrid, con la visibilidad que otorga el control del poder. Se beneficia, desde luego, del momento político que vivimos tras las elecciones generales, con el colapso generalizado del PP de Pablo Casado y el reagrupamiento del voto útil de las izquierdas en torno al PSOE. Se beneficia, en definitiva, de la división de la derecha, con hasta en cuatro partidos en Baleares y la certeza de que uno de estos cuatro -el regionalista El Pi- no apoyará ninguna coalición de carácter conservador que incluya a Vox. Los vientos soplan en una dirección: la que augura una nueva victoria para las próximas autonómicas de la candidata socialista. De confirmarse, el PSIB haría historia en las islas; pero eso lo sabremos dentro de unas semanas.

De todos modos, gobierne quien gobierne pasado el verano, se iniciará una etapa de cuatro años que debería jugarse con cartas distintas. En primer lugar, porque lo peor de la crisis financiera ya ha pasado -y la recuperación presupuestaria tiene que notarse-; en segundo, porque los proyectos reformistas necesitan tiempo para madurar y aquí un eventual Govern progresista contaría ya con ocho años en el Consolat de Mar. Por supuesto, si este es el caso, Armengol deberá optar por un sello determinado. Y si no lo fuera, su sucesor se enfrentaría a los mismos dilemas. En definitiva, a los grandes políticos se les recuerda por ensanchar los horizontes y no por reducirlos, por integrar las diferencias -lo cual significa gobernar para todos- y no por crear divisiones. El discurso medioambiental ha consistido, por ejemplo, en uno de los caballos de batalla del actual ejecutivo, pero será en estos próximos cuatros años cuando haya que concretarlo. ¿Se ampliarán los parques naturales? ¿Se logrará el esponjamiento de las ciudades? ¿Cómo se reducirá de forma efectiva la presión sobre las vías urbanas de Mallorca? ¿Y cómo se abordará la gestión y depuración de aguas? Son preguntas a las que habrá que poner la letra pequeña.

El futuro de Mallorca se juega, de todos modos, en tres grandes polos, además del turístico. El primero es la calidad educativa, que no puede permitirse seguir a la cola de Europa. El segundo, la capacidad de aportar I+D a la economía del archipiélago, esto es, ciencia, desarrollo y cultura; lo cual exige un microclima favorable a un determinado tipo de inversiones e impulsar políticas públicas de largo aliento. En este sentido, el camino iniciado hace ya unas décadas en Barcelona con su apuesta por los parques tecnológicos de referencia representa el camino a seguir. El tercer polo supone un mix de políticas fiscales y de gasto público que atraiga capital además de talento. Los tres elementos tienen que ver con el largo plazo, que es una condición de la inteligencia. Los tres tienen que ver más con el futuro más que con el presente inmediato. Los tres exigen altura de miras y el valor suficiente para romper con determinadas dinámicas del pasado. Pero un legado político se define sobre todo por su clarividencia y su decisión. Gobierne quien gobierne.

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