He leído la noticia y he visto el vídeo de la muerte de María José junto a su marido Ángel. Una expresión gráfica de sufrimiento, dignidad y abandono por parte de la sociedad. Y debo reconocer que escribo estas palabras entre una profunda emoción y una emergente indignación. Pero con un gran respeto y solidaridad ante un gran acto de amor y dignidad. Dignidad para morir bien.

Desde hace años asistimos a un debate social y político sobre los derechos y garantías de todas las personas a una asistencia sanitaria y social en el proceso final de sus vidas, con respeto a su autonomía, a su dignidad y el derecho a morir sin sufrimiento. Paralelamente, existe otro sobre el derecho de las personas que, sin estar en un proceso de muerte inminente, deciden que por su situación de invalidez o sufrimiento solicitan ayuda para morir anticipadamente.

Estas dos situaciones son debates éticos, sociales, sanitarios y jurídicos diferentes que evidencian la divergencia entre la voluntad de los enfermos y las disposiciones legales y sanitarias. María José y Ángel nos han demostrado, por enésima vez, la necesidad de introducir en nuestro ordenamiento jurídico un nuevo derecho individual como es la eutanasia.

¿Y qué es la eutanasia? Es la actuación que produce la muerte de una persona de forma directa y intencionada por medio de una relación causa efecto única e inmediata, a petición informada, expresa y reiterada en el tiempo por esa persona. Todo ello en un contexto de sufrimiento por una enfermedad o discapacidad incurable y que la persona experimenta como inaceptable y que no ha podido resolver por otros medios.

La eutanasia conecta con un derecho fundamental de la persona constitucionalmente protegida como es la vida, pero debe ligarse también a otros derechos y bienes, igualmente protegidos constitucionalmente, como son la integridad física y moral de la persona, la dignidad humana, el valor superior de la libertad, la libertad ideológica y de consciencia o el derecho a la intimidad. Cuando una persona plenamente libre y capaz se encuentra ante una situación vital que a su juicio vulnera su dignidad e integridad, el bien de la vida puede decaer en favor de los demás bienes y derechos con los que debe ponderarse, porque no existe un deber constitucional de imponer o tutelar la vida y en contra de la voluntad del titular del derecho a la vida. Por esta razón el Estado está obligado a proveer un régimen jurídico que establezca las garantías necesarias y de seguridad jurídica.

Una gran parte de nuestra sociedad, cerca de ocho de cada diez personas, expresa una demanda real, la necesaria legalización y regulación de la eutanasia. Por un lado, debe regularse sistemáticamente y de manera ordenada los supuestos donde la eutanasia no sea objeto de un hecho penal. Se necesita una ley que defina los conceptos, las condiciones que han de darse para realizar la eutanasia, las características que ha de tener el enfermo y cómo debe expresar su voluntad. Recordemos que en la eutanasia el médico no propone. La decisión es de la persona enferma, pero exige un acto médico. También regular los requisitos que debe cumplir el personal sanitario (contemplando la objeción de consciencia) y otros, en la toma de decisiones y en su actuación. Asimismo, como abordamos su control y su evaluación.

Debemos regular ya el derecho subjetivo a solicitar ayuda para morir ante una situación de sufrimiento grave, irreversible e inevitable, recordando que la existencia de una ley que regule la eutanasia, no obliga a nadie a acogerse a ella, pero lo permite.

La regularización de la eutanasia coincide con un esfuerzo por garantizar el acceso a los cuidados paliativos de calidad. Los cuidados paliativos y la eutanasia son cosas complementarias y no excluyentes. María José vivía en Madrid, comunidad autónoma que tiene ley de cuidados paliativos. Hace un año que el Grupo Parlamentario Socialista, en el Congreso de los Diputados, registró una proposición de ley para regular y despenalizar la eutanasia. Superó la toma en consideración, pero el PP y Ciudadanos han boicoteado su tramitación ampliando en 18 ocasiones el período de enmiendas. Saben que la respalda una mayoría suficiente para aprobarla, por eso la han paralizado. Ahora debemos esperar a la próxima legislatura.

María José y Ángel no han podido esperar más. Saben que sólo se puede morir una vez, pero que hay muchas maneras de morir. La muerte forma parte de la vida, es el acto final de la biografía personal de cada ser humano. Hoy hemos conocido la historia de María José y Ángel. Hace veinte años la de Ramón Sampedro. Muchas otras han sucedido: Iván, Inmaculada o Maribel hace unos días. La sociedad demanda la regulación y despenalización de la eutanasia. Los ciudadanos y la mayoría política de este país debe hacerla realidad.

María José y Ángel nos han dado una lección de amor y dignidad. Descansa en paz, María José.

*Diputado del Grupo Parlamentario Socialista