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Joaquín Rábago

Un personaje sin ningún escrúpulo

Llamemos a las cosas por su nombre: el actual ocupante de la Casa Blanca es un personaje sin ningún escrúpulo que, a base de demagogia, manipulación y mentiras, llegó al puesto político más poderoso del planeta, desde donde se dedica a destruir el orden mundial. Para ello contó no sólo con la credulidad de millones de compatriotas, sino también con el cinismo de la dirección del Partido Republicano, que, aun consciente de los numerosos vicios y limitaciones del candidato, pensó que todo valía con tal de conquistar el poder. Por lo que poco a poco hemos ido sabiendo de su personalidad, parece increíble que semejante individuo haya llegado a tal cargo de responsabilidad si no es gracias a la existencia de un sistema político corrompido por el dinero y a una hábil manipulación del electorado a través de las redes sociales. Han tenido que traicionarle algunos de sus hasta hace poco incondicionales, como su exabogado Michael Cohen, que aspira con su confesión a un trato de favor de la justicia, para que quede a la vista de todos lo que ya sospechábamos. Va a serle muy difícil a partir de ahora al presidente demostrar que no se pagaron cientos de miles de dólares a unas mujeres con las que mantuvo relaciones sexuales para comprar su silencio y no perjudicar así a su campaña. Pero Trump no es sólo alguien que se valió siempre de su fortuna, su poder o su fama televisiva para obtener los favores sexuales de mujeres al margen de su matrimonio, sino un estafador, como demostró con los cursos de la universidad privada que fundó y a la que dio su nombre.

Y un personaje sin escrúpulos que está aprovechando su paso por la Casa Blanca para beneficiar a su familia y a beneficiarse a sí mismo sin que parezca importarle lo más mínimo el continuo conflicto de intereses. Sólo la hipocresía de la dirección republicana, que hasta ahora poco ha hecho para recordarle la dignidad del puesto que provisionalmente ocupa, unida a la ignorancia supina de tantos compatriotas que jamás salieron del país y nada saben ni quieren saber del mundo, explica el que aquél se haya salido hasta ahora con la suya. Sólo eso, unido a la inoperancia de un Partido Demócrata que parece paralizado y cuya única arma son las acusaciones sobre la injerencia rusa en la campaña electoral con el fin de impedir el triunfo de la candidata del establishment, Hillary Clinton, a la que Moscú percibía como un halcón en materia de defensa. ¿Cómo explicar la normalidad de un país que elige a la presidencia de alguien que llegó a decir chulescamente en plena campaña electoral: "¿Podría disparar contra la gente en la Quinta Avenida y no perdería votos". Ni siquiera el caudillo de una república bananera se atrevería a decir en público tal cosa. Trump es un auténtico peligro no sólo para su país, sino para el mundo entero. Y cuanto antes sus compatriotas consigan descabalgarle, mejor para todos.

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