Si un miembro del actual Gobierno de España leyese lo que voy a escribir a continuación seguramente no le gustaría nada. Quizás pensaría en cómo echar mano de la ley de seguridad ciudadana para evitar la publicación de tribunas como ésta. Voy a hablar de pobreza, a alabar a Cáritas y a criticar a un ministro.

Hace poco hemos sabido que Cáritas atendió a unas 10.000 personas de Mallorca en 2014. Para hacernos una idea, sería la población de dos barrios enteros del extrarradio de Palma o de dos pueblos como Santa Maria y Bunyola. Contribuyó a que cubrieran sus necesidades básicas: les dio de comer, les entregó productos para la higiene personal y limpieza del hogar, les ayudó a pagar sus alquileres o hipotecas y facturas de la luz y agua, les echó una mano para conseguir material escolar para sus hijos y formó a decenas de hombres y mujeres en paro. Todo ello con el presupuesto de tres millones de euros, que sería más o menos la mitad del sueldo que cobran los diputados del Parlament balear en un año, y con relativa poca ayuda gubernamental (sólo el 36% del presupuesto de Cáritas proviene de instituciones públicas).

A nivel nacional, la fundación de estudios sociales de Cáritas (Foessa) denuncia que al menos un millón y medio de hogares españoles (un 70% más que al inicio de la crisis) apenas tienen para comprar el pan y que, en el contexto de la UE, sólo en Rumanía hay proporcionalmente más niños pobres que en España. Mientras, el Gobierno se lava las manos a fondo cual cirujano antes de una intervención y traspasa la tremenda responsabilidad de atender a quien lo necesita a organizaciones como Cáritas y otras similares, que actúan de manera solidaria y gracias en buena parte a ciudadanos voluntarios.

Pero al Gobierno no le basta con ello, sino que a la vez comete la desfachatez de mandar callar a la institución ante la estupefacción de todo aquel que tiene dos dedos de frente. El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, ha llegado a decir que los informes que elabora Cáritas sobre la pobreza en España "no se corresponden con la realidad" porque sólo se basan en "mediciones estadísticas", y le ha pedido a esta organización que no "provoque" debates en este sentido.

Seguro que si Cáritas dijera que la previsión del PIB para el año que viene aumentará más de lo que dice el Gobierno el mismísimo Rajoy aplaudiría con las orejas. Ahí la estadística sería aceptada con gusto por el ejecutivo, como acepta de buen grado toda aquella que habla bien de España en la actualidad (la del FMI, la de la OCDE, la del Banco Mundial...). Pero claro, la estadística de Cáritas muestra que hay millones de pobres que no pueden ni comprar este periódico y eso enturbia el retrato fabuloso que el gobierno quiere exponer durante los próximos meses. "Chitón, Cáritas. Tú a lo tuyo, que es eximir al Gobierno del deber de auxiliar a los pobres que vivieron por encima de sus posibilidades antes de la crisis".

Cáritas denuncia el reparto injusto de la riqueza, incluso de la que se está creando ahora, de la precariedad de los nuevos contratos, "temporales y muchos en negro", que genera la economía neoliberal. Apuesta por una renta mínima que permita vivir dignamente y devolver la tarjeta sanitaria a los inmigrantes indocumentados. Es de sentido común (todo el que Cáritas tiene pero otros no). Por eso hay que respetarla, escucharla y sumarse a sus reivindicaciones. Los que están en primera línea son los que saben de verdad. Pero no los que están en la primera línea de un hemiciclo parlamentario, se entiende.

(*) Periodista