Que el PP de España y de Balears ganaron las elecciones europeas, es un dato objetivo e incuestionable. Que el Partido Popular de Balears cosechó el mayor fracaso electoral en número de votos y porcentaje, también es un hecho incuestionable. Son las dos caras, victoria y fracaso, de una misma moneda. Es a partir de esta moneda que he elaborado un informe de análisis del porqué de estos resultados. Está claro que es mi particular análisis, y que en ningún caso pretende ser dogma de verdad absoluta, pero sí camino de reflexión para nuestro partido en Balears. Reproducirlo sería demasiado extenso y desleal con el partido; es por ello que solo adelantaré unas breves pinceladas del mismo.

Vayamos al tema. En el informe apunto que unas de las conclusiones periodísticas más reiteradas ha sido, para el conjunto nacional, pero también para las Balears, que el bipartidismo clásico que ha dominado los procesos electorales españoles de las últimas décadas ha sido roto de forma abrupta y lo ha dejado en la UVI, puesto que el PP y el PSOE han perdido más de 30 puntos en término de voto, no superando, los dos juntos, el 50% de los sufragios emitidos. En Balears la izquierda supera al Partido Popular. Estos, los votos de izquierdas, suman algo más de un 48%. Una vez más, el hecho pone encima de la mesa del diagnóstico, el drama de coyuntura que ha pesado y que pesa encima de las espaldas del PP; y este no es otro que si el PP no es capaz de hacer mayoría absoluta, la carencia de aliados cercanos nos condena a la oposición, perfectamente forzada por la capacidad de la izquierda de llegar a fáciles pactos, aunque solo se aguanten en la debilidad programática de cerrar el paso al PP cueste lo que cueste. Experiencia de ello, ya tenemos.

Nos equivocamos si no somos capaces de ver nuestro propio problema y que el derrumbe de nuestro partido no es un derrumbe superficial. Bien al contrario, el PP en Balears ha pasado de obtener el 43% de los sufragios (europeas 2009) ha verse reducido a un 27,4% (europeas 2014). Se trata de una caída que no conoce precedente en ningún proceso electoral desde 1983. Que no se diga que la caída de los porcentajes y la pérdida de escaños son consecuencia directa de la baja participación. Argumentarlo así sería engañarnos a nosotros mismos, sería una falacia inaceptable. ¿Razones? Muy sencillo: cuando a las elecciones europeas del 2009 el PP hizo 24 eurodiputados, la participación electoral se movió dentro del mismo porcentaje de este pasado 25 de mayo. La explicación, pues, de la pérdida de apoyos se debe pura y llanamente a la falta de movilización de nuestros votantes a las urnas. Este y no otro, es el daño neurálgico que hay que señalar de estas elecciones y que obligan al Partido Popular a hacer un desapasionado análisis del "porqué".

Por duro que sea, el primer interrogante que debemos hacernos es el siguiente: ¿qué grado de caída electoral del PP es fruto y derivación directa del rechazo que están causando algunas políticas internas que se practican en el ámbito institucional de las islas, por parte de nuestro partido? ¿En qué, y cómo, han contribuido nuestras políticas en la respuesta hostil que ha dado el ciudadano a expensas de las europeas, situándonos en el 27,4% de los votos emitidos, el más bajo de la historia en cualquier cita balear?

Parece sensato que el análisis se fije en base a la respuesta a las cuestiones antes planteadas, y por tanto concluir que las elecciones europeas se han realizado en nuestras islas en un clarísimo contexto de confrontaciones y de rupturas de varios segmentos sociales, respecto de las autoridades y las instituciones autonómicas de la comunidad. Como nunca hasta ahora, el enfrentamiento con la sociedad civil, ha añadido un contexto durísimo a la campaña electoral, ha alterado la trasmisión de los mensajes políticos que se pretendían y ha relegado la defensa Europeísta que había que hacer a un segundo y tercer plano.

Ahora mismo, la estructura social (que no institucional) de la comunidad autónoma de Balears, presenta graves roturas en tres puntos del edificio: el educativo (al que tenemos que sumar la pérdida de la paz lingüística y cultural), el económico y laboral (con el empobrecimiento de recursos, retroceso en la creación de riqueza y de productividad); y, en tercer lugar, también se ha roto por el lado de las prestaciones del bienestar, con la consecuencia de la crispación ciudadana, acompañada de protestas continuas, movilizaciones de calle, etc., como quizás no recordábamos en las islas.

Así las cosas, debemos tomar conciencia desde el PP de Balears de que solo se podrá abrir el camino ahora bloqueado y negativo si se acometen rectificaciones en clave de política interna, tanto desde la perspectiva de gobierno como desde la perspectiva de partido. Y el denominador común del trabajo que se dibuja se denomina "diálogo". Sí, hay que restablecer los puentes destruidos de relación con los colectivos sociales y las formaciones políticas que actualmente muestran hostilidad organizada y movilizada en contra del partido popular. No importa qué grado de razón tengan unos u otros. Tampoco importa cerrarse en el inmovilismo esperando que el tiempo nos dé la razón. Tanto vale que tengamos toda la razón de nuestra parte, que no lo creo, o que nos asiste toda la legitimidad de unas urnas autonómicas que nos dieron la mayoría absoluta en el 2011. Nada de esto importa. Solo importa abrir un panorama de diálogos rotos a causa de fobias, resentimientos, desprecios y limitaciones intelectuales recíprocas. No será posible hacer triunfar una candidatura de futuro, si no salimos, desde ahora mismo de la situación de aislamiento social y con la etiqueta de que somos un partido que no tiene caminos de diálogo.

No podemos ni debemos seguir marcando distancias con quienes discrepan ideológicamente; o repetir de forma contumaz que tenemos "una mayoría parlamentaria que nos legitima", porque además de constituir principios muy discutibles moralmente, son leñas que encienden el fuego de la desafección ciudadana en relación a la política y a los políticos, olvidando en suma, que, en democracia, un político sin votos, es un político muerto. Reflexión y reacción pues, desde el análisis crítico, sincero y racional, para recuperar el terreno perdido y poder afrontar la próximas elecciones con garantía de éxito. De no hacerlo, volveremos a ganar dentro del fracaso al no poder formar gobierno; si no al tiempo.