Cuando pienso en Europa no pienso en el euro, sino en Saint-Nazaire, que no es, precisamente una ciudad de la vieja Europa con agujas góticas y ruinas arqueológicas bajo las murallas. En Saint-Nazaire apenas quedan dos o tres calles con casas construidas antes de la II Guerra Mundial, hay una playa, un puerto industrial, paneles con imágenes de Tintín „Hergé dibujó ese puerto en Las 7 bolas de cristal„, y una gran base de submarinos alemanes, reconvertida ahora en centro cultural con discoteca. De vez en cuando recibo noticias de Saint-Nazaire y me acuerdo de todo eso. En Saint-Nazaire hay una residencia para escritores „los últimos han sido Eugéne Savitzkaya y Christos Chryssopoulos„ y se celebra, todos los años, un festival de literatura que es una metáfora de la mejor Europa. No de la Europa del euro, repito, sino de la Europa que nace en Grecia y Jerusalén, se abre al mundo, y se encuentra ahora en la UCI desde el 11 de septiembre de 2001 y la crisis económica posterior. Pero la respiración de Europa „natural aún, no asistida„ permanece y esa respiración son sus escritores. Si la novela europea es la memoria de Europa, sus pulmones son sus escritores. Uno de ellos, Patrick Deville, capitanea en Saint-Nazaire, junto a un grupo de colaboradores entusiastas, el festival, la residencia y una pequeña editorial. Nunca he visto tanta alegría como en las cenas con todos ellos el año en que tuve la fortuna de asistir a uno de sus Rencontres Littéraires Internationales. Me acompañó mi amigo Carlos Roig y nos lo pasamos bomba. En ningún festival he visto a la gente pendiente de todos los debates, uno tras otro y a cual mejor. Detrás de todo eso, moviendo los hilos, estaba y está Patrick Deville, con las solapas del abrigo alzadas, el cigarrillo en la mano y la mirada de ave de gran altura.

Cuando estuve en Saint-Nazaire se estaba reconstruyendo la estación ferroviaria adonde los emigrantes europeos llegaban de todas las naciones para viajar a América en busca de una vida nueva. Vladimir Nabokov fue uno de ellos y ahí está Lolita, su gran novela americana. Al regresar de Saint-Nazaire, escribí que el sueño de Europa „ahora„ no era América sino Europa y que su memoria „el alma de Europa„ permanecía en las palabras de sus escritores. Y añadí: "Sin fronteras y a la espera de que la peste acabe". Patrick Deville, que es un viajero sin fronteras, publicó el pasado año un libro sobre la peste y obtuvo en Francia el premio Fémina, el de la FNAC y el Prix des Prix de aquel año. Se titula Peste & Cólera y trata de la vida de Alexandre Yersin, el discípulo de Pasteur, que descubrió, durante la gran peste de Hong-Kong en 1894, el bacilo que la causa. Su traducción ha aparecido recientemente en Anagrama: ciencia, historia, novela, viajes y poesía, se sitúan bajo la batuta de Patrick Deville y trazan un friso espléndido que arranca durante La Ocupación y viaja hacia atrás, recorriendo Extremo Oriente en un curioso paralelismo con el recorrido africano de Rimbaud. La aparición del poeta no es un mero recurso analógico o temporal: la prosa de Deville en Peste & Cólera es una prosa donde la miniatura oriental, el impresionismo europeo y la tensión poética determinan su común denominador. El libro deslumbra como un buen poema, ilumina como un buen relato y como novela, surgida de una vida real, es maravillosa. (El libro de las maravillas, llamó Marco Polo al relato de sus viajes y a las maravillas del Oriente lejano se referían en sus cartas los primeros jesuitas que visitaron Japón).

En la mirada de Deville sobre Yersin, o la mirada de Yersin a través de Deville, habita la vieja conciencia de las palabras, que abarca lo no descrito hasta entonces. Desde un hallazgo científico, una tribu de las montañas asiáticas o un paisaje indochino y al fondo, el espíritu que yo vi en Saint-Nazaire y en Patrick Deville. Cuando leía fragmentos de Conrad sobre el Mediterráneo, cuando hablaba de Sarajevo, o recordaba un viejo bar de Beirut donde antes se proyectaban vídeos comunistas de Georges Marchais y Álvaro Cunhal.

Stefan Zweig coleccionaba manuscritos de grandes figuras europeas „de Goethe a Casanova, de Mozart a Stendhal„ y ese fetichismo le hacía sentirse un fragmento más del mundo que amaba. Patrick Deville va mucho más lejos y no sólo geográficamente: el Vietnam de Peste & Cólera (la aventura entre los mois y sedangs, la cartografía, su propia casa...) es apasionante y produce a veces la impresión de estar escrito por un naturalista de la Ilustración vigilado por el fantasma del futuro. Es decir, el narrador y su clave dickensiana. Basándose en las cartas de Yersin a su madre y hermana, Deville reconstruye un mundo viejo y lo ilumina con luz nueva. He citado a Rimbaud, pero también está la huella de Conrad, de Livingstone y de Céline, agazapado en una esquina del libro, mientras al final de su vida, en una aldea indochina, Alexandre Yersin mira las estrellas y muere traduciendo a los clásicos griegos. Si como afirmaba Buffon, el estilo es la persona, después de la lectura de Peste & Cólera, uno confirma lo que ya sospechaba: que haber conocido a Patrick Deville ha sido una de las buenas cosas de la propia vida adulta.