Todos, hasta el más astuto y maquiavélico, somos inocentes, y además en sentido bíblico, pues estamos sometidos de forma inevitable a una matanza. Puesto que, tras millones de años de progreso de la especie, y de pretender saberlo casi todo (incluso el origen del universo), no sabemos qué pintamos aquí, y llenamos los enormes vacíos con creencias, y creemos encima que la nuestra es la única y las demás están equivocadas, tanto que contribuimos a acelerar la matanza para imponer credos, a la postre somos más inocentes que cualquier animal, que no se mete en tales enredos. Lo único que nos salva un poco de esa inocencia esencial es la capacidad, a ratos, de tomarlo todo a broma. O sea, que al final lo que nos libra de la inocencia, y nos hace gente sería y respetable, es el humor, y hoy es nuestro día, el único en que festejamos a tono la magnífica broma de la vida. ¡Feliz onomástica!