Gibraltar y Bárcenas, he ahí dos relatos en pugna por ocupar las portadas de los periódicos, las cabeceras de los telediarios, las conversaciones del bar. La lucha es desigual, pues el de Gibraltar está hueco como un estómago vacío. De su interior, al agitarlo, sale un aire rancio, pues lo infló Fraga Iribarne, cuando era mayordomo del Caudillo, y desde entonces no se ha ventilado. Que no se lo cree nadie, vamos, aunque los controles, en vez de organizar colas de dos horas, las organicen de cuatro, incluso aunque cierren la verja y declaren la guerra al Reino Unido. Cuando un relato deja de funcionar, deja de hacerlo por más que le añadas un ingrediente policíaco en este capítulo o una expectativa política en este otro.

El relato de Bárcenas, en cambio, continúa vivo y coleando. A cada declaración de Rajoy, le sucede una contradeclaración del extesorero que nos deja de piedra. Engancha desde el primer capítulo porque Bárcenas tiene un raro sentido del ritmo narrativo. Cuando el clímax, por ejemplo, comienza a ser insoportable, deja que la historia se remanse, como para darle un respiro al lector, y enseguida, chupando rueda de alguna de las declaraciones de Rajoy, vuelve a la carga. No hay relato que compita con esa técnica que tan pronto utiliza la desbrozadora salvaje como la balanza de precisión. Llevábamos unos días preguntándonos cuándo chafaría el de Soto del Real la historia que el presidente intentó colar en la comparecencia sobre el asunto, y ahí está, ahí está, en esa nómina, publicada por El Mundo, según la cual ni indemnización en diferido ni despido simulado ni "cuando yo llegué a presidente del Gobierno, el señor Bárcenas ya no estaba en el partido".

Significa que al asesor al que se le haya ocurrido lo de Gibraltar se le ha caído el pelo por idiota. Tenéis a vuestra disposición a Miguel Ángel Rodríguez que hace cuatro días, en una entrevista, decía que lo que echaba de menos de la política era el poder de manipular. Llamadle, no os dé vergüenza, que él no la tiene, para que os construya un relato ad hoc, signifique lo que signifique ad hoc. Por si fuera poco, es novelista, malo, pero novelista al fin. Igual os saca del apuro.