Truman, como presidente de Estados Unidos, tomo tantas decisiones, algunas acertadas otras equivocadas, como cualquier presidente de esta gran nación. No voy hablarles de su mandato, de sus aciertos y errores. Para mí lo más relevante, lo mas ejemplarizante y lo más llamativo se produce una vez deja la Casa Blanca.

Provenía de familia humilde y su única propiedad, cuando accedió a la presidencia, era una casa que su esposa había heredado de sus ancestros. Propiedad que conservó hasta su fallecimiento. No le interesaba la riqueza. Había venido a realizar su trabajo por su país. Esta era su mayor gloria. Tanto es así, que cuando se retira, en 1952, su sueldo era de 13.700 dólares al año. No quiso oficina presidencial; se pagaba sus gastos, derivados de haber sido presidente, de su bolsillo; desde el papel a los sellos. Cuando Eisenhower accede a la presidencia, Truman y su esposa se dirigen a su casa conduciendo su propio coche, sin sequito ni guardaespaldas.

Cuentan que le ofrecieron puestos en grandes corporaciones y el no los acepto diciendo: "Ustedes no me quieren a mí, lo que quieren es la figura del presidente y eso no me pertenece. Le pertenece al pueblo americano y no está en venta€". ¡Qué gran lección!

Cuando cumplió 87 años, el Congreso quiso, entregarle la medalla de honor. Él, muy educadamente, contesto por escrito: "No considero que haya hecho nada para merecer ese reconocimiento, ya venga del Congreso o de cualquier otro sitio". A esto hay que llamarle sencillez, humildad y sentido del deber, por cierto, tan escaso hoy en la praxis política. También hacía gala de un sentido del humor un tanto peculiar. En cierta ocasión afirmó: "Mis vocaciones en la vida siempre fueron ser pianista en una casa de putas o ser político. Y para decir la verdad, no existe gran diferencia entre las dos si se hace por vocación".

Pues bien, hoy el mundo necesita de políticos con vocación de servicio y no de permanencia en el cargo al precio que sea. Hoy el mundo necesita de políticos que hagan de su vida un acto de ejemplaridad permanente. Hoy el mundo necesita de políticos ligeros de equipaje en cuanto a bienes materiales y cargados de sentido común, formación e incorruptibles ante cualquier tentación. Como dirían desde los cenáculos de las finanzas y las grandes corporaciones: "El problema con Truman, no es que no lo podamos comprar, es que no se deja vender". En la actualidad parece que el político es mercancía de fácil compra-venta y esto perjudicará primero a los propios políticos, pero lo grave e importante es que se merma la credibilidad de toda la clase política y por extensión de las instituciones y de la propia democracia.

Son pocos los presidentes, ministros e incluso presidentes de comunidades autónomas que cuando se retiran lo hagan al estilo Truman. Casi todos encuentran acomodo en grandes organizaciones, sean de ámbito nacional y/o internacional, o en grandes corporaciones empresariales y /o financieras. Son pocos los que dejan su cargo y se incorporan a su lugar de trabajo.

Por su lado, el papa Francisco ha querido trasmitir, en su discurso a la clase dirigente de Brasil y a todos los políticos del mundo, que la política es un acto de servicio y de entrega, en busca del bien común. Francisco no se anda con rodeos cuando apela a que los políticos ejerzan su función "en el pleno respeto de los principios éticos basados en la dignidad trascendente de la persona". Eso es, el hombre como criatura irrepetible y singular, dotado de dignidad y raciocinio. De ahí que el papa Francisco apele a que el responsable político debe actuar con la "mirada limpia de quien sabe ver la verdad, con responsabilidad solidaria para construir un mundo mejor y hacer del dialogo constructivo la hoja de ruta para el progreso de los pueblos".

El papa Francisco combate los privilegios, denuncia la corrupción sistemática, exhorta al político a que haga crecer la humanización de los pueblos en base a promover el bien común, rechazando el clasismo, el culto al poder y al dinero. "Que a nadie le falte lo necesario, y que se asegure a todos, dignidad, fraternidad y solidaridad". Se trata del bien común y para alcanzarlo, se requiere, sabiduría, prudencia y generosidad.

De Truman a Francisco, dos rayos de luz para un mundo aferrado a lo mundano, a lo material, a las apariencias, a la hipocresía, a la mentira y a la queja permanente. Son dos ejemplos en los cuales todos no deberemos mirar, empezando primero por cada uno de nosotros, seamos o no políticos, para exigir después. Sólo así se consegurá una sociedad más justa y más solidaria. No es una utopía.