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¿Desmasculinizar la lengua?

Muchos recordarán el revuelo que levantó hace unos años una ministra de la Igualdad del Gobierno socialista al referirse en la Cámara de Diputados a "miembros y miembras". Una polémica similar se produjo hace años en Alemania con su equivalente germano. La palabra alemana mitglied es del género neutro. Pero algunas feministas de ese país se quejaron de que les recordaba demasiado el órgano sexual masculino (Glied: miembro). Y hubo quien, no se sabe si en broma, propuso sustituirla por mitklit (abreviatura de mitklitoris: "con clítoris").

Al igual que ocurre entre nosotros, en Alemania el plural masculino, al menos en los escritos o discursos de muchos políticos y sindicalistas, no parece valer ya para los dos géneros, y se utilizan con frecuencia ambos plurales: el masculino y el femenino, lo que alarga innecesariamente y hasta el aburrimiento cualquier parlamento. Y en el caso arriba citado, cuando tan fácil sería el plural de ese vocablo neutro „Mitglieder„, que debería poder aplicarse a ambos géneros, hay quienes remachan mitglieder y mitgliederinnen (Miembros y miembras). La tontería, aunque se vista a veces de feminismo, no tiene fronteras.

La lengua es un organismo vivo y no se puede modificar de la noche a la mañana por decreto como pretenden algunos políticos, sino que se transforma poco a poco por el uso que hacen de él los parlantes. Además, uno de sus principios básicos es la economía, que puede resultar, justo es reconocerlo, discriminatoria hacia el otro sexo. Los llamados "estudios de género", tan en boga de un tiempo a esta parte, sobre todo en Estados Unidos, nos lo recuerdan constantemente.

Y ya que tratamos de polémicas, quisiera mencionar otra que ha estallado también en Alemania, concretamente en su capital y que está relacionada también con el género. Ocurre que el Ayuntamiento de uno de los más vivos barrios berlineses, el de Friedrichshain-Kreuzberg, decidió hace varios años establecer un sistema de cuotas a la hora de dar nuevos nombres a calles o plazas.

El Museo Judío, ubicado en ese barrio, desea bautizar una plaza con el nombre del filósofo berlinés del siglo XVIII Moses Mendselssohn, amigo de Lessing, defensor de la integración de los judíos en la sociedad civil alemana y una de las grandes figuras de la Ilustración. Pero tan loable plan se dio de bruces con las cuotas. Una de las propuestas que se han hecho para superar la situación es la salomónica de juntar en la misma placa el nombre de Moses y el de su esposa, Fromet (Guggenheim). Todo sea por la cuota.

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