El rescate de España costaría siete veces más que el de Irlanda y dejaría maltrechos los fondos comunitarios ad hoc, de nuevo interpelados por otros 32.000 millones para Grecia. De ahí la desgana que invade a quienes hasta ayer mismo empujaban a Rajoy a pedir rescate cuanto antes. No es menos llamativa la pereza de nuestro presidente, salvo como táctica de presión. La rentabilidad de la deuda española sigue siendo altísima y difícilmente soportable a corto plazo. La prima de riesgo no baja a 200 puntos, como se pretendió, porque Berlín bloquea en el Banco Central Europeo las medidas pertinentes. Nada ha cambiado a la vista. Los incompetentes eurócratas de Bruselas quieren verificar los recortes españoles porque no se fían de que sean reales ni de sus plazos de vigor. La respuesta de Madrid es insistir en que se cumplirán los objetivos del déficit y datar el comienzo de la recuperación en el segundo semestre de 2013. El general escepticismo ante estas predicciones no parece preocupar a Rajoy, que espera de los demás algo impreciso y misterioso pero parecido a un compromiso, mojarse en definitiva. En España rompen las costuras y las empresas toman la delantera al gobierno, como en el caso de los desahucios en situaciones extremas; las huelgas generales se reiteran sumando siglas convocantes e inasequibles a la contabilidad del cumpimiento; y hay muchos problemas en carne viva que el gobierno contempla sin iniciativa, resignado a que sean empresas y ciudadanos quienes encuentren soluciones antes de que todo salte por el aire.

Si Rajoy cree realmente cumplidas las condiciones para que los eurosocios se mojen de una vez, hace bien en esperar que lo hagan y, si el rescate llega a ser inevitable, impongan ellos los nuevos recortes. La fe europeista de los españoles puede irse al hoyo, pero tampoco es de recibo esta inercia en medio de graves tensiones interiores, paro, pobreza, huelgas, elecciones con promesas inconstitucionales, caidas del consumo y acoso de la opinión internacional a base de una imagen acreditada por los siglos: la de la España trágica y negra donde la gente se suicida antes que quedar sin casa o busca repugnante alimento en los cubos de basura. Es la venganza de la exagerada generalizacion como castigo por la irritante sorpresa del falso milagro.

Esperar que pasen las elecciones de la señora Merkel es, con toda evidencia, la causa del "impasse" de las politicas europeas para salir de la crisis. Pero si sale victoriosa ¿es sensato creer que afloje, o más bien verá santificada su doctrina de "austeridad expansiva"? Estas patrañas nominalistas, que contradicen la verdad (la austeridad a secas siempre es contractiva) acabarán con Europa, donde lo que es bueno para unos es nefasto para otros, sin que funcione un solo mecanismo homogeneizador. Lo tremendo es que a los fuertes parece importarles muy poco y los débiles no tienen alternativa.