La Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció en 1992 el 10 de octubre como el día mundial de la salud mental y cada año marca un tema diferente. El de este año es "La depresión: una crisis mundial", muy acorde con los tiempos que, lamentablemente, nos está tocando vivir y nos evoca a noticias habituales: crisis, recortes, cierres, paro, prima de riesgo, rescates y un largo etcétera.

En estos años, se ha ido poniendo el foco de atención en diferentes problemas (y soluciones) de salud mental. En el aniversario, se ha elegido el trastorno más frecuente, la depresión, que puede afectar a casi una de cada cinco personas a lo largo de la vida y que puede coexistir con otras enfermedades graves. Hay muchos estudios que establecen relaciones entre la depresión y las desventajas sociales como la pobreza, las separaciones, las pocas oportunidades educativas, las enfermedades crónicas, etc.

Por otra parte, la situación actual socio-económica está aumentando el desempleo, las deudas, la inseguridad, la incertidumbre€ y también está incrementando el estrés y el sufrimiento soportado por la ciudadanía, sobre todo por aquellos que viven en situaciones más desfavorecidas. Los recortes del gasto público llevan de la mano el crecimiento de las desigualdades sociales y el número de personas que viven con carestías. La pobreza se está convirtiendo en la situación de vida más relacionada con las enfermedades mentales en general y con la depresión en particular. ¿Va en aumento?, es conveniente saberlo e ir alerta.

La depresión no es tristeza. La tristeza es una reacción normal a ciertas situaciones duras de la vida: muerte de seres queridos, diagnóstico de enfermedades propias o de personas cercanas, cambios de vida como despidos, traslados€ es decir, se puede considerar una respuesta ante circunstancias que acarrean pérdidas y amenazan el status. Es duro, pero temporal; tiene punto final. La tristeza se traspasa; uno se lo pasa mal durante un tiempo, elabora y acepta lo que está sucediendo y generalmente sale reforzado.

La depresión es mucho más que tristeza. Es sentirse además totalmente derrotado por lo que se está viviendo. Aquí, queremos hacer un breve paréntesis y matizar que puede pasar algo "por fuera" „se reacciona ante una circunstancia externa o puede pasar algo "por dentro", reaccionando ante propias frustraciones o historias internas que en ocasiones ni uno mismo conoce„. Siguiendo, cuando una persona se encuentra deprimida, sea por el motivo que sea, se siente con los recursos desbordados, amenazada, vulnerable, preocupada, aplastada por las circunstancias, desesperanzada, sintiendo que es muy poco o casi nada, viéndolo todo negro (o gris muy oscuro) sin tener en cuenta la realidad objetiva y sin ser capaz de ver la oportunidad que se esconde tras el peligro. Y transmite falta de intereses, se le ve con poca energía, con el sueño o el apetito alterado, con problemas de concentración, dando la impresión que se quiere muy poco€ Y, ¡la depresión sí que tiene tratamiento!

Su recuperación es posible y alcanzable. Aunque lo más simple se vuelve complicado cuando uno está deprimido, es importante cuidarse a sí mismo y ponerse en buenas manos; se pueden tratar los síntomas y al ir adquiriendo de nuevo los buenos hábitos de vida se estará en condiciones de ver qué más hay. Sólo así se puede conseguir activar recursos propios y actuar más adecuadamente en ocasiones futuras.

La relación entre depresión y desventajas sociales nos lleva a la relación entre depresión y oportunidades sociales. Entre ellas, se encuentra la disponibilidad de tratamientos demostrados eficaces para la depresión que se comentaba anteriormente e incluso de los tratamientos preventivos. ¿Cuál podrá ser la influencia futura en el tejido social de una menor intervención? Los estudios no vaticinan nada positivo.

Como profesionales de la atención a la salud mental queremos mostrar nuestra preocupación ante el incremento esperado de trastornos depresivos en particular y mentales en general. Sabemos que hay tratamientos eficaces y profesionales preparados para implementarlos y que la prevención es posible y necesaria. En parte es un problema de inversiones, pero es más que eso, es un problema de establecer prioridades y no centrarse tan solo en el corto plazo. Y somos los profesionales los que sabemos de prioridades en este campo. Está dentro de nuestra responsabilidad emitir argumentos y opiniones basados en nuestra experiencia clínica y en la evidencia científica disponible. Pensamos que una de las responsabilidades de los gestores es tenernos en cuenta previamente a la toma de decisiones que afectan la organización de recursos y los servicios asistenciales prestados. Hay mucho en juego.