No tengo el menor interés en promocionarme como profeta, pero la ancianidad „fijándome en lo que ocurre a mi alrededor„ y el haber vivido situaciones políticas, funcionariales, pseudosindicales, parasitarias, violentas€ hace que se afine el olfato y uno las vea venir salvo que sea tonto como el santo de mi pueblo, san Joaquín, que lleva doscientos años leyendo un libro y no ha pasado de la misma página.

Cuando las primaveras árabes cayeron varios dictadores: Ben Alí en Túnez y empezábamos a prometérnoslas felices con esas revueltas supuestamente democratizadoras. Cayó Gadaffi y vimos la infamia de un linchamiento público, aplicando la salvaje ley del Talión. No puede „un Estado con dos dedos de frente„ pagar a un torturador torturándolo porque nos ponemos a su altura. Cayó Mubarak y aún andan cogiéndosela con papel de fumar con Bachar El Asaz porque rusos, chinos e iraníes „que lo apoyan„ son muchos como para ponérselos en contra. Los torturadores dan asco en cualquier circunstancia y situación.

Me tacharon algunos de cenizo cuando el dos de noviembre escribí expresando dudas sobre esos torrentes de democracia que se volcaban sobre un mundo, el árabe, acostumbrado a dictaduras feroces los últimos doscientos años, por no irnos más atrás.

¿Alguien cree que un movimiento „el que sea„ capitaneado por los hermanos musulmanes y con la sharia como libro de ruta de innegociable cumplimiento, impulsa las libertades, los derechos humanos o el principio renacentista del "hombre como medida de todas las cosas"? Quien crea eso „con todo respeto y sé en qué charco me meto„ es que ha leído poco. No se trata de ser Le Pen „padre o hija„. Ni de pedir la afiliación a España 2000, ni de hacerse un fascista o un xenófobo irrecuperable (hay muchos). Se trata de leer, abrir los ojos y analizar la situación con desapasionamiento y con la mayor objetividad posible. Lean „tampoco me quiero erigir en guía de nadie, solo es una sugerencia„ Islam y libertad de Mohamed Charfi. Queda claro ahí, por si alguien no lo tenía, que la democracia es imposible en una sociedad en la que manda la "supuesta palabra de Dios". Todas las sociedades teocráticas son dictatoriales porque basan sus normas en textos supuestamente revelados e inamovibles sin posibilidad de negociación alguna. Lo ha dicho Dios y eso no puede moverse. Es voluntad divina y contra eso no cabe nada movido solo por hombres cuya única posibilidad, ante Dios, es el sometimiento. Esa era nuestra sociedad medieval y nuestra sociedad muchos años después de la edad media. Se quemaba a las brujas y a los herejes (los que iban contra la doctrina que los jerarcas religiosos afirmaban como divina), caían en las garras de la Inquisición los judaizantes, los protestantes y todo el que observara prácticas no ortodoxas, o sea, no autorizadas por el mandón de turno erigido en portavoz de la divinidad.

La divinidad no dice nada. Los textos supuestamente revelados han sido escritos por hombres y quienes se autoproclaman intérpretes de la voluntad divina son hombres también con sus gustos y sus fobias, sus ideas y su ambiciones, sus intereses políticos, pecuniarios, culturales, sexuales y sociales. Con simpatías y antipatías que dotan de una potencia inconmensurable e indiscutible al atribuirlas a la voluntad de un ser supremo que no admite replica. ¿Quién se cree eso en el siglo XXI?

¿Recuerdan la que se montó en España cuando exhibieron Jesucristo Superstar? En las puertas de los cines se colocaban grupos de integristas insultando a quienes entrabamos a aquella extraordinaria ópera rock, rezaban el rosario y nos amenazaban con el infierno sin remedio. Los integristas suben de tono, no se cortan un pelo porque todos son iguales y depende del tipo de sociedad en que se reproduzcan y actúen. Lo mismo pasó unos años después con Dios te salve, María de Godard, que hasta tiraron bombas fétidas y de humo para obligar a desalojar los cines.

¿Recuerdan la condena a muerte de Salman Rushdie por los versos satánicos „un libro intragable, ilegible por pelmazo„? Suben de tono y no lo amenazan con el infierno „sin verdes praderas, cristalinos riachuelos y huríes siempre vírgenes y fogosas„ lo condenan a muerte. ¿Recuerdan las caricaturas danesas? Ahora hay un vídeo „Inocencia de musulmanes„ en el que se ironiza o bromea o se satiriza sobre Mahoma. ¿Es un video de mal gusto? Seguramente. No lo vean si no quieren. De ahí a ofrecer cien mil dólares por matar al autor „los ha ofrecido un ministro paquistaní„, a asaltar embajadas, quemar sedes diplomáticas y cargarse a los embajadores, va un abismo. Escribes un libro y no vendes una escoba, bastan dos querellas por difamación, maricón, hereje, sátiro, corrupto, o revelador de secretos, y te haces millonario.

Si el vídeo era insuficiente, aprovechando el tirón, una revista francesa echa leña al fuego: publica más caricaturas que encienden el mundo islámico y lo erizan ante los herejes occidentales que osan reírse o criticar al profeta. Los vídeos y las caricaturas serán más o menos afortunados, de pésimo gusto o inoportunos, no entro en esa discusión, pero la libertad de publicarlos es innegociable. El miedo no puede liquidar derechos que se han logrado tras siglos de andar peleando por ellos.