En este país, España, sigue funcionando el sectarismo, los bandos. Es decir, los "míos" pueden proferir insultos, decir groserías, ser hipócritas, cometer delitos pero, oiga, que son los míos. Se calla ante los errores flagrantes de los que se consideran de su misma cuerda ideológica, mientras que se pone el grito en el cielo cuando es el "otro" quien la fastidia, mete la pata o eleva un poco la voz. Los progres se comportan como monaguillos que se ruborizan y se escandalizan ante un arrebato dragoniano, pérez-revertiano o pradiano, mientras que bajan taimadamente los ojos antes los despropósitos de los "suyos". Y viceversa, los considerados de derechas protegen y perdonan los desmanes de los "suyos" y arrecian cuando es el progre el que patina o saca los pies del tiesto. En definitiva, que cada cual barre para casa y se pone una venda metafórica en los ojos cuando es el "suyo" el que mea fuera de la taza. No es fácil ir por libre y no ser de nadie, pero con más razón hay que insistir en no ser de nadie, que ya cuesta trabajo ser de uno mismo como para ir por ahí en comandita ideológica cual borrego más o menos ilustrado pero igualmente mostrenco en cuanto a decir lo que se piensa, guste o no. Wyoming, es sabido, es el sacerdote de la progresía, cada vez con menos gracia y con una pereza mental galopante. No basta con salir con esa cara en pantalla y decir cualquier gilipollez. No basta aunque arrecien los aplausos y los aullidos de los acólitos. Cada cual tiene su capellán. A diestra y a siniestra. Pero hoy me apetece más darle a los monaguillos de la santa progresía, más que nada porque se lo tienen demasiado creído y piensan que por afirmar que son de izquierdas tienen el cielo ganado, el aplauso fácil y el ohh/ahh de admiración enlatada. Pura anacronía. Ohh, qué escándalo. Ahh, qué arrojo y, sobre todo, cuánto riesgo al meterse con la iglesia.

En este país de "míos y "tuyos" lo mejor es no ser de nadie, por lo menos de estos bandos, que son los que están en el mercado, los más facilones y previsibles. Que uno ya está harto de capillitas ideologizadas e interesadas, de silencios sonrojantes cuando los "míos" desbarran y de grititos histéricos cuando es el "otro" quien lo hace. Tiene razón Carmen Rigalt cuando en uno de sus artículos más recientes recuerda el chiste malo de solemnidad que hizo Wyoming referente a Leire Pajín. El supuesto cómico dijo que Pajín quería decir "masturbito". Y, por supuesto, nadie, absolutamente nadie del bando feminista y progre levantó la voz, ni tan siquiera una ceja. Claro, se trataba de un asunto entre colegas, es decir, eran los "míos" y no se hable más. Los pequeños Torquemadas no sólo abundan en el bando llamado cavernario o reaccionario, sino también y mucho en el bando supuestamente abierto de miras y guay, es decir, en el pijoprogresismo. Porque, ¿hay algo peor que un mojigato de derechas? Sí, uno de izquierdas.