El mero interés, siempre actualizado hasta extremos insospechados, por captar la simpatía o la afinidad política, puede llegar hasta el borde del abismo, por falta de respeto elemental a las personas o presunta vulneración de la legalidad que protege el derecho a la intimidad. Este periódico desvela hoy unos hechos difíciles de asimilar que se producen en el entorno sanitario y municipal de Inca y que sólo resultan creíbles, y aún con notable asombro, por los testimonios y las pruebas halladas. Las palabras y las quejas denuncian y los documentos –listados con nombres y apellidos en este caso– cantan bien a las claras.

Resulta que, por lo visto desde hace tiempo ya, en el Hospital de Inca está articulado un sistema por el cual las listas de pacientes ingresados acaban en manos del equipo de gobierno municipal del PP cuyos concejales, en apariencia de altruismo institucional y con los datos muy claros, se presentan en las habitaciones del centro hospitalario para interpelar directamente al inquer enfermo al que, aunque no medie relación personal, ofrecen una especie de catálogo de buenas intenciones, servicios y atenciones. Ni que decir tiene que durante el trato queda clara la condición del visitante y a qué partido pertenece. Ni siquiera se tiene la elegancia de actuar con un mínimo de precaución o cautela. Diario de Mallorca ha podido tener acceso a uno de los "listados de pacientes ingresados" que la concejala Margalida Horrach se dejó olvidado. ¿Puede el afán político hacer perder el sentido común o la prudencia hasta estos extremos? Por lo visto si, y mucho más nos tememos ahora cuando la época electoral ya se divisa claramente en el horizonte. Ni el avance de la democracia ha logrado impermeabilizar el más elemental derecho a la intimidad, ni aún cuando el afectado se encuentra limitado o postrado por la enfermedad.

Cuando las dolencias físicas arrecian, necesitas muchas cosas. Aprecias y agradeces cualquier detalle, por insignificante que aparente, pero entre ellos no está, ni mucho menos, la irrupción de un político al que nunca habías visto de cerca y que mejor estaría arreglándote el bache o velando por la buena salud –rentabilidad se llama– de tus impuestos. Por eso extraña sobremanera cuanto ocurre en el Hospital de Inca y resulta muy comprensible el asombro de allegados y acompañantes de las personas ingresadas cuando en vez del médico, ven entrar a un edil que, digámoslo por su nombre, viene directamente a imponerte un chequeo político aprovechándose de tu postrada indefensión.

Pero aquí, aparte del avasallamiento partidista, también llama poderosamente la atención, la connivencia, por acción u omisión, de los responsables sanitarios, porque a ellos, precisamente a ellos, es a quienes se les presume mayor exquisitez y mejor tacto en eso del respeto a las personas y su intimidad. El Hospital de Inca y la conselleria de Salud tienen algunas cosas por reparar y explicar.