El ´Hermano Mayor´ de Cuatro ha vuelto una nueva temporada. El esquema es el mismo con el que empezó. En los primeros minutos presentan a los protagonistas, o sea, al hijo dando golpes a la mesa, rompiendo el cristal de la foto de la comunión o escupiendo. Luego salen los padres desesperados

lfonso sólo vive para conseguir sus deseos, dice la voz un poco engolada de Pedro. Pedro es Pedro García Aguado, aunque a él le gusta presentarse como el Hermano Mayor de Cuatro. Ha vuelto el programa una nueva temporada. El esquema es el mismo con el que empezó. Es decir, en los primeros minutos presentan a los protagonistas, o sea, al nene o la nena en su salsa. Es la parte en que sacan al hijo dando golpes a la mesa, rompiendo el cristal de la foto de la comunión, del cuadrito que tanto le gusta a la madre, es el momento en que lo vemos escupir, el momento en que, con los ojos en blanco, da un manotazo y arrambla con el jarrón que adorna el centro de la mesa del comedor, el momento en que el vándalo da una coz a la puerta de su cuarto, saca la ropa de los cajones y, ya sin freno llama a la mamá, aterrada, encogida en un rincón, puta, que eres una zorra que te gusta abrirte de patas, así que o me das el puto dinero o tiro la ropa por la ventana, es el momento en que la tira, el momento en que entra el padre en acción pidiendo explicaciones y el momento en que ese energúmeno lo empuja, lo tira al suelo, se le echa encima, y empieza a darle puñetazos mientras la madre, que ve la escena arrasada por el llanto, con chorretones de rímel resbalando por las mejillas, mira a cámara y dice, Pedro, ayúdanos. Cuando pasa esto yo, como espectador, si aguanto, estoy que no aguanto. Me ponen muy nervioso estos cretinos. Me echan a bombear el corazón a una velocidad que para un infartado es peligroso, pero como todo lo que da asco al mismo tiempo tiene un poder adictivo y tentador, vamos, que te quedas pillado, cuando me doy cuenta estoy enganchado a esa mierda sin ver el momento de arrancarme la jeringuilla de la heroína de ese delincuente golpeando a la madre. Lo tremendo de esto es que, quizá, en algún momento ese papá y esa mamá alimentaron al monstruo confundiendo cariño con dejadez de funciones.

Reconocer errores

Lo siguiente a la llamada de auxilio sigue el esquema conocido. Llega Pedro, que al parecer impresiona mucho a estos grandes cabronazos por ser extoxicómano y tener la autoridad moral del que sale del barro, los padres agradecen al cielo su presencia, y el imbécil del hijo o la hija actúa con el Hermano mayor como lo hace con sus padres. Y llega el encontronazo. Pero Pedro tiene tablas y sabe calmar a las bestias. Las bestias se carcajean cuando el programa las somete a pruebas que pretenden ponerles en lugar del otro. Por ejemplo, el otro día, y como uno de los quinquis del programa le había robado las joyas a la pobre abuela -que no se lo perdonará en la vida-, y toda la familia, tíos, primos, abuela, allegados, le dio de lado, decidieron que cada miembro de esa familia colgara al pescuezo o en los brazos del tal Alfonso una cadena pesada. Estoy hasta la polla, dijo el rufián, esto pesa un huevo, esto es una tontería. No, decía el hermano mayor, es para que veas la vida tan pesada que le has dado a tu familia. Bueno, bueno, yo también me descojoné, la verdad. Otras veces los ponen a todos a echarse en cara sus cosas mientras tiran a una diana toda clase de objetos, en vez de tirárselas a la cabeza de la madre o el padre, con lo que duele eso. Y luego llega el arrepentimiento. Es cuando el capullo ve en vídeo el dolor que ha causado. Es cuando, al verse en ese espejo de la pantalla actuar como un basilisco, destrozando muebles, rebuznando como un asno sin domar, e insultando a los padres, el miserable malcriado parece entrar en razones y reconoce que así no puede seguir.

Políticos inaceptables

Y aquí es cuando esta columna da la trecha. Supongo que lo verían, supongo que verían a Alfonso Grau, el número dos de la fallera valenciana Rita Barberá, supongo que lo verían en la rueda de prensa. Digo rueda de prensa y sé que saben que me refiero a la del otro día, cuando convocó a los medios al ser imputado en el caso Noós. Lo sacaron en los informativos, no en todos, claro, y en multitud de programas, entre ellos Más vale tarde, el de Mamen Mendizábal -premio Ondas 2014-, y luego en los magacines de mañana, tarde y noche. Una vergüenza. Es el tipo de políticos, como los cabestros que saca Pedro García, que te ponen el corazón a reventar. Como recordarán, la entrada a la sala ya apuntaba maneras. Llegaba el menda con paso lento, degustado, con su mano metida en el bolsillo y con la parsimonia del que llega para triunfar. Y triunfó. Cuando se lió con la periodista de Telecinco Lorena Tortosa, a la que no dejaba preguntar, lo hizo con chulesco desprecio, con la petulante mirada del macarra playero. Luego, como ocurre con los enfermos de egolatría del Hermano Mayor, alguien le pondría el vídeo y el vicealcalde debió de sentir algo parecido a la vergüenza. Lo digo porque el miércoles, en Espejo público, hablando con Susana Griso, pidió disculpas por su actitud. Y lo mismo hizo con Gonzo para El intermedio. El caso de José Antonio Monago también es curioso. Este es de perfil distinto. Va de enrollado, de buena gente, de esos que te sueltan la letanía de la decencia y que sus viajes se los paga él de su bolsillo, y que está dispuesto a devolver hasta el último céntimo del costo de esos viajes. Y así fue, según demostró en rueda de prensa el viernes. Así que ahora tendrían que ser los medios de comunicación los que pasen por los métodos del Hermano mayor para reconducir su conducta. Mira que le han dado al hombre, hasta debajo de las orejas. En las tertulias lo han llamado de todo, y los espectadores, felices, disfrutando del festival. ¿Y ahora qué? Pues a ver si aprendemos la lección. Todos. Sin embargo yo, por si acaso, y hasta que haya transparencia máxima, lo digo así, señores diputados, senadores, vividores, el follar se va a acabar con cargo a los ciudadanos, que cada uno se sufrague sus polvos. Y ahora, ayúdame, Pedro, límpiame esta boca tan sucia que tengo y méteme por la vereda antes de que me líe a ostias.

La guinda

Cocinero bocazas

Faltones hay en todas partes. Carlos Medina, el concursante valenciano expulsado el miércoles de la segunda temporada de Top Chef -17,3% de audiencia con el cambio de día- es uno de ellos. No sólo tuvo mal perder sino que, en un exceso de patética soberbia a la hora de la despedida, mostró su cara más desagradable. Dio un portazo con el lema de los niñatos que se creen divinos, nunca cambiaré, dijo. Pues muy bien. Y a mí qué.