Llega con demasiado retraso a la cartelera española, pero nunca es tarde si la dicha es buena, y hubiera sido imperdonable que El estudiante, premiada en Gijón, Locarno, Cartagena y Buenos Aires, no gozara de estreno comercial en nuestro país.

El debut en solitario de Santiago Mitre (que ya había formado parte en 2005 del equipo de cuatro directores responsable de El amor-primera parte, proyectada en Cinema Jove) entronca con la tradición del mejor cine político de los setenta, para narrar la progresiva toma de conciencia de un universitario que llega a las aulas sin una opinión política definida y poco a poco se introduce (primero arrastrado por los sentimientos, después por las oportunidades, finalmente por las ideas) en un terreno movedizo, en el que los intereses y el posibilismo acaban siempre anteponiéndose a la justicia.

Resulta fácil extrapolar el ámbito estudiantil en el que se desarrolla la historia al más amplio de la sociedad del país (de cualquier país, de hecho), y asumir que la Universidad se presenta aquí como una metáfora del Estado.

De ahí que la cinta deje un poso pesimista, al poner de manifiesto la imposibilidad de desarrollo político sin intrigas ni pequeñas corruptelas. Un sistema de estructuras podridas ante el que solo se puede responder desde la dignidad individual. Mitre (co-guionista habitual de Pablo Trapero) es uno de los mas sólidos talentos de un cine argentino que quizá ya no lleve la etiqueta de ´nuevo´ que se le colgó a principios de siglo, pero que sigue dando alegrías al espectador.