DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER | OPINIÓN

Ochoeme, quiero volver a quererte

Carteles de manifestantes durante el 8M.

Carteles de manifestantes durante el 8M. / EP

Mar Ferragut Rámiz

Mar Ferragut Rámiz

Llega el 8M y con él actos y campañas como ‘La harina tiene nombre de mujer’ o ‘Shevilla’ (caso real de ingenio andaluz): ¿Soy mala feminista si resoplo y pienso ‘buf, qué órgano genital femenino más grande’? ¿Estoy desmereciendo la causa si admito mi frustración ante los debates estancados, las peleas teóricas, la apropiación institucional y empresarial de la lucha y su excesiva personalización en algunas figuras?

El agua se pierde a borbotones (más mujeres asesinadas, más negacionismo entre los jóvenes, más violaciones en grupo…) y nosotras discutiendo si la fuga es de una tubería o de una cañería. No luchamos contra el techo de cristal: nos damos de cabezazos contra las paredes al seguir viendo a mujeres deslomadas por la carga mental y los cuidados, explotadas sexualmente, denigradas por sus maridos, tratadas como infraciudadanas en países cono Afganistán o Arabia Saudí (hola, Rafa).

Se nota en el aire cierto hastío ochoemesco, pero es que del grito histórico, unificado, estimulante y divertido de 2018 han pasado seis años: ¿Qué o quién puede mantener el entusiasmo inicial tanto tiempo? El feminismo no es Disneylandia ni el 8M una fiesta de despedida de soltera. Picar piedra en el día a día (la militancia consistente y discreta) cansa y desmotiva. Y los señoros son muchos y cada vez están más enfadados (y lo siento, Boyero, pero Jodie Foster en True Detective está estupenda).

Ay, Ochoeme, quiero volver a quererte. Para ello ignoraré los malabarismos sonrojantes de pinkwashing y las jornadas de ‘Ufología con perspectiva de género’. No escucharé los discursos de empresarios que hoy se ponen el lacito mientras torpedean la conciliación y pasaré de la rídicula lucha de los políticos por ver quién tiene la bandera más grande. Como con todo, toca pasar el agua por la batea y filtrar los guijarros de las pepitas de oro (una amiga, un libro, una exposición, un testimonio valiente). Aportar desde la parcela propia, valorar lo conseguido, no olvidar lo que queda. Ven, Ochoeme, que algo haremos para recuperar la chispa, hoy, mañana y pasado. Qué remedio: nadie lo va a hacer por nosotras.

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