Así funciona un club social de Amadip: la reinvención de la integración

La asociación Amadip Esment trabaja en sus clubes sociales actividades dirigidas a personas mayores y usuarios de la entidad, cumpliendo una función social en los barrios

Han estrenado un servicio de acompañamiento para la tercera edad

Asi es un dia en en los clubes sociales de Amadip

Guillem Bosch

Jordi Sánchez

Jordi Sánchez

La integración puede considerarse como un concepto en auge, cada vez más importante en las agendas de temas que ocupan las conversaciones y debates de los últimos años. Las sociedades, cada vez más modernas, han virado su foco de atención hacia los colectivos más desatendidos, con el objetivo de hacerlos formar parte de una comunidad en la que todo el mundo tiene cabida. 

En Mallorca, Amadip Esment se encarga de materializar el concepto de integración, haciéndolo realidad a través de sus centros y clubes sociales. 

Este último concepto define a la perfección el funcionamiento de los locales que la entidad tiene en Son Forteza y cerca del antiguo cine Chaplin. Allí, los usuarios de Amadip conviven y realizan actividades junto a personas mayores sin ningún tipo de discapacidad durante el día. En este caso, la organización actúa también como club de la tercera edad y facilita la integración de sus usuarios entre las personas mayores. A su vez, también proporciona a la tercera edad actividades de ocio y un espacio en el que poder reunirse y al que pueden acudir en cualquier momento el día. Logra cohesionar a la comunidad del barrio mientras que cumple una función directamente social. 

En el local de Son Forteza, donde trabajan unas 16 personas y acuden otras 180 entre usuarios y mayores, un grupo de nueve personas realizaba una clase de informática. Aprendían a usar el Google Maps con la ayuda de dos profesores expertos en la materia. Manoli, quien tiene un hijo que acude al centro de Son Forteza, atendía a la clase de informática junto a varias amigas. «Lo más bonito de todo es verles las caras de felicidad cuando venimos», relata. Ella ofrece clases de sevillanas en el centro para todo el mundo. Sin embargo, también se organizan clases de dibujo, ciclos de cine y un obrador en Navidad. Además, llevan a cabo actividades fuera del centro y todos los viernes acuden a clase de equitación, en las que cuidan y se hacen cargo de varios caballos y sus establos. 

Algunas de sus actividades están enfocadas directamente en el apartado mental. Realizan talleres para gestionar e identificar emociones. En ocasiones, estos pivotan sobre una obra en concreto, y los asistentes deben debatir sobre aquello que ven, aquello que creen que está pasando en el cuadro y lo que éste les hace sentir.  

Entre sus servicios, por ejemplo, destaca su Biblioteca de ayudas técnicas. David, quien lleva doce años trabajando en el centro, explica que cuentan con un servicio de reparación de muletas, sillas de ruedas y aparatos ortopédicos los cuales cuelgan en la página de su biblioteca para que cualquiera pueda acceder a dichos recursos. Ramón, usuario de Amadip, es el encargado de dirigir las reparaciones y es conocido como ‘el mecánico’. 

Así, en el centro ubicado en la calle del antiguo cine Chaplin también se llevan a cabo este tipo de actividades, aunque a menor ritmo ya que el local es más reciente. Allí, una vez terminada la sesión matutina de ejercicios de estiramiento y relajación, Paco y Juan Carlos se preparan para la aventura. Realizarán el primer servicio de acompañamiento a personas mayores del centro, en el que ayudarán a las hermanas Lucía y Margarita Ordinas a hacer una pequeña compra. Ambas llevan poco tiempo acudiendo al centro, pero aseguran estar «encantadas». 

De camino al mercado de Pere Garau, Paco lleva el carrito junto a Juan Carlos y su asistente, mientras que las hermanas toman la delantera. Explica que lleva nueve años en el centro a causa de dos tumores malignos que le tuvieron que extirpar. «Poder ayudar a la gente es lo que más me gusta. Al final, ellas nos ayudan y damos una vuelta y nosotros las ayudamos mientras hagan la compra», relataba. 

Una vez llegados al mercado, mientras las hermanas Ordinas paseaban entre los puestos decidiendo qué comprar, Paco y Juan Carlos se quedaron atrás durante unos minutos. El primero estaba saludando a un amigo suyo que estaba comprando, mientras que el segundo también saludó cariñosamente a varias personas. En aquel momento quedó demostrado que, en este caso, la integración sí que es real.

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