Obituario

Pep Campaner, en el tortuoso inventario de la Mallorca solidaria

Pep Campaner, en Níger

Pep Campaner, en Níger / Fundació Campaner

Miguel Ángel Violán, ex DirCom de RIU Hotels y de la Fundación Campaner

-Miquel Àngel, se me mueren los niños en los brazos. Ayúdame.

-Pep, te ayudaré.

Tal diálogo se produjo en la terraza interior del Riu Centre de la Playa de Palma, a escasos metros del despacho de doña Carmen Riu Güell, consejera-delegada solidaria (en la doble acepción societaria y humanitaria del término) de la cadena RIU, a la sazón benefactora de la iniciativa de este recepcionista empecinado en luchar contra la enfermedad noma infantil en África. El padre de en Pep había trabajado para la familia Riu y doña Carmen accedió a mantenerle el sueldo como empleado mientras dedicaba su tiempo a movilizar recursos para dar alimento y penicilina a los niños famélicos del sur de Níger, el país más pobre del mundo.

En conversación íntima, Pep me confesó que salvando niños en África se redimía del hijo que se le murió y cuya pérdida marcó su vida y, por ende, la de su esposa, un ángel de la guarda dulce y desprendido, de nombre Marilena Navarro.

Fueron los míos cinco años de voluntariado como director de Comunicación en la Fundación Campaner, actividad que alternaba con el envío recurrente de notas de prensa a los medios sobre la expansión hotelera de RIU y atendiendo llamadas de medios alemanes sobre nuestras ocupaciones y aperturas allende los mares. Un privilegio haber trabajado allí. Un privilegio todavía mayor haberlo dejado.

Pep se mostraba como un hombre apasionado, tierno, también rebelde y en ocasiones despótico. Todos estos rasgos confluían en la misma persona, de una abnegación rayana en el martirio y de una mallorquinidad excelsa, sin artificios, en una isla paradójica, donde la solidaridad es tortuosa. Convive la especulación y la corrupción desgarradoras con las iniciativas más sensibles en defensa de la lengua, la tierra y los ancestros.

Fue un hito en la comunicación de la Fundación la apertura de una delegación en Barcelona, celebrada con el nombramiento del futbolista Samuel Eto’o como padrino de honor, un gesto honroso del que luego el deportista se desentendió prisionero de todo tipo de veleidades derivadas de la fama y el dinero. Fue un hito subsiguiente que TV3 dedicase a la Fundación Campaner un “Trenta Minuts”, donde se describía la ingente labor en Níger, escolarizando niños amenazados por una enfermedad que agujerea la cara y promoviendo operaciones quirúrgicas en Mallorca.

Fallecido a los 75 años tras una larga enfermedad que azotaba su cuerpo al igual que el radicalismo islamista lo hace en su querido sur de Níger, con la muerte de Pep Campaner desaparece un hombre excepcional, buen ejemplo de la devoción por el trabajo, signo de identidad de la cadena RIU, factor clave de éxito de su imparable crecimiento. En Pep se concitaban algunas de las virtudes de RIU: servía a los niños de África como los empleados de hotel a sus clientes.

Ese afán de servicio dio grandeza a la vida de Pep por encima de vicisitudes y desencuentros, siempre concurrentes en toda actividad humana.

Para quienes no conocieran a Pep, que les quede constancia de que fue un hombre irrepetible, entrañable, airado a tiempo parcial, indescriptiblemente divertido, y que deja en orfandad a muchos niños africanos. Bravo por su inscripción en letras de oro en el (a mi juicio) tortuoso inventario de la Mallorca solidaria, donde convive el heroísmo social con el fatuo deseo de ser el más rico del cementerio.