El presidente chino Jiang Zemin, fallecido ayer a los 96 años de edad en su país, desembarcó en Palma en 1996 con un séquito de más de cien personas, entre las que se incluía el cocinero de la embajada de China en Madrid. El chef se quedó sin trabajo, porque el mandatario degustó con pasión los platos típicos de la cocina mallorquina. Comió escaldums, frit, tumbet y lechona, aunque sustituyendo el pan por arroz hervido.

Los manjares le fueron servidos a Jiang en su suite del hotel Son Vida, el establecimiento elegido por el presidente jovial y casi garrulo, mientras que su astringente sucesor Xi Jinping se decantó por el Valparaíso hasta recomendar su compra por un grupo del gigante asiático. Sin embargo, el mayor impacto mallorquín del presidente chino durante la última década del siglo pasado se centra en la industria del calzado.

Jiang apareció en París exhibiendo unos zapatos Camper, comprados durante una visita oficial y que centraron la atención de la prensa francesa, hasta convertirse en un artefacto publicitario de primera magnitud. El presidente concretaba su labor de anunciante al acompañarse de la bolsa consiguiente de la marca. Incluso se permitió unos pasos de baile para demostrar la comodidad del cazado, del mismo modo que desde el interior de su suite en Palma surgían los ecos de las arias operísticas que interpretaba el líder melómano ahora desaparecido. El exalcalde de Shangai chapurreaba el inglés, lo cual facilitó el intercambio con sus anfitriones mallorquines.

El carnicero de Tiananmen, elevado a la presidencia por su predisposición a aplastar las revueltas manu militari, combinó el placer y el comercio durante su vista a Mallorca. Al igual que sucedía con la mayoría de mandatarios, véase Sirikit de Tailandia, el matrimonio formado por Jiang y su esposa Wuang Yeping puso rumbo a Manacor dentro de una gira acelerada de cinco horas por las carreteras de la isla. Su destino final era la fábrica de perlas Majorica, donde se produjo un curioso intercambio de regalos.

Ajeno a las vicisitudes del protocolo, Jiang entregó en persona un caballo de porcelana lacada a la añorada Montse Ferrer, directora comercial de Majorica. A cambio, la primera dama china exhibía la caja con el color típico de la firma que contenía un collar, un brazalete y unos pendientes de perlas cultivadas. No faltó la escala en Valldemossa, y Greenpeace eximió a la comitiva de los actos de desaprobación en Mallorca anunciados para protestar por las pruebas nucleares auspiciadas por Pekín.

Al igual que ocurrió con Bill Clinton o con Mijaíl Gorbachov, también Jiang se instaló en la isla a modo de descompresión horaria, antes de iniciar su visita oficial a España. Mientras amasaba su fortuna, Juan Carlos I funcionaba como agente de viajes. Al recibir a su par chino en Madrid, el monarca español contempló con espanto cómo Jiang se peinaba ostentosa y ostensiblemente durante la ceremonia protocolaria de recepción. Mallorca les aligera el carácter.