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Baleares vuelve a cifras de turistas de mediados de los años noventa

El retroceso de casi tres décadas en el flujo de visitantes, claramente por debajo de los nueve millones en 2021, convierte en superflua la mitad de la oferta hotelera disponible en la comunidad

Llegada de turistas al aeropuerto de Palma Cati Cladera

El año inexistente del turismo balear es 2020. El estallido del coronavirus propició un hundimiento por debajo de los dos millones de visitantes extranjeros, menos del veinte por ciento de la cifra consolidada durante la segunda década del siglo XXI. Los pronósticos más optimistas cifraban una recuperación muy apreciable para 2021, que ha resultado engañosa. En el último ejercicio concluido, la comunidad ha vuelto a las cifras de turistas de los primeros años noventa, que ya entonces se consideraban peligrosas por excesivas, pero que hoy resultan claramente insuficientes para sostener una planta industrial sin equivalente en el resto del planeta.

Dado que noviembre y diciembre apenas sí concentran el dos por ciento de los visitantes actuales, un porcentaje mermado adicionalmente por ómicron, los datos hasta el 31 de octubre hablan de un total de 8.258.000 turistas, sumando a visitantes extranjeros y españoles. La mayoría de regiones españolas se disputarían un flujo semejante, que en Balears se queda a la mitad de los registros obtenidos en los años previos a la pandemia.

Hay que retroceder al siglo XX para encontrar una masa de clientes netamente por debajo de los nueve millones de turistas. A finales de los noventa se coronó la barrera psicológica de los diez millones, después de un ascenso espectacular durante la segunda mitad de dicha década. A efectos meramente ilustrativos, 2021 guarda un parentesco íntimo con 1995 y 1996, cuando se franquea el listón de los ocho millones de visitantes.

En frío y desde la conciencia de preservación del territorio, ocho millones de visitantes aliviarían la congestión humana si se les pudiera extraer el rendimiento económico suficiente para alimentar a un millón y doscientas mil personas. Sin embargo, la población de Balears en 1995 se quedaba en 750 mil. Ha aumentado en medio millón de habitantes, por lo que cuesta imaginar una actualización que garantice una renta equivalente.

Además, la planta industrial levantada por la hostelería durante la pasada década se queda infrautilizada, con los ocho millones de visitantes que caracterizaron a los años noventa. Según los datos oficiales sistematizados en El turisme en dades de la conselleria de Turismo, el grado de ocupación con el matiz de «plazas abiertas» se limita a un 57 por ciento en el pasado ejercicio. Sin duda constituye un sensible aumento del veinte por ciento respecto al catastrófico 2020. Sin embargo, incumple los requisitos de una industria que todavía descansa en precios ajustados con los mayoristas, lo cual exige un aprovechamiento intensivo al nivel de las macrogranjas turísticas. Por otra parte, la planta hotelera tampoco se desplegó en su totalidad durante 2021.

De ahí que la mitad de la oferta hostelera disponible sea superflua con los visitantes actuales. El pasado verano demostró, en especial en islas como Eivissa y Formentera, que el segmento de mayor poder adquisitivo se ha mantenido fiel a sus geografías fetiche y dispuesto a gastar en ellas. Con todo, cuesta imaginar que la alta gama requiera de la población y los establecimientos vigentes ahora mismo en Balears.

Dado el monocultivo turístico del archipiélago, resulta irrelevante presumir de un relanzamiento superior al registrado en comunidades españolas donde el turismo no desempeña un papel esencial. Para dar idea de la magnitud del derrumbe comparado, una ciudad turística como Barcelona contempla con pavor cómo «El turismo retrocede a niveles de hace 20 años» (La Vanguardia, 7 de enero).

Ahora mismo sobran cantidades ingentes de hoteles, bares y restaurantes. La industria ha corregido a la fuerza su menosprecio al visitante nacional, dos millones largos de turistas que en 2021 se situaron por encima del antaño hegemónico contingente alemán, si se considera el flujo interislas. La cuota española se mantuvo en un inalterable quince por ciento entre 1992 y 2013, pero el año pasado se proyectó al 27. El recurso al turismo endógeno balear es voluntarioso pero claramente insuficiente y, aunque la relajación de fronteras en el Reino Unido ha desatado una catarata de contrataciones, es posible que el cambio de modelo turístico haya comenzado sin avisar a las instituciones ni a los industriales del sector.

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