—Para que se haga cargo del tipo de entrevista: “¿De aquí no hay manera de salir?”

—No sabríamos salir porque ya no sabemos dónde estamos, es así de grave. Hemos perdido el punto de referencia, me he convertido en un trasto hospitalario.

La mar rodona’ es un título redondo.

—Redondo, pero que se va deformando. Es voluble, un espacio disponible. Quise la peixera del poema, un punto de partida local y no localista.

—Y remite a ‘El mar’ de Blai Bonet.

—No lo he tenido muy presente en esta ocasión, me han interesado más otras vías.

—Escribió sin saber que el turismo iba a desaparecer.

—No sé si desaparecerá, porque el turismo es la gran pandemia. Todos lo tenemos inoculado. El libro se escribió antes y no viene determinado por el coronavirus.

—¿Un alcalde franquista y un pueblo cobarde?

—El libro trata el tema de que no se hizo la transmisión intergeneracional de lo que fueron la Guerra Civil y la transición. Todos arrastramos un poco de esa mentira.

—En su tríptico de la Mallorca contemporánea, su abuelo en los 30, su padre en los 70 y usted en los 2000.

—Podría ser así, pero en una familia que no ha llegado a configurarse. Un abuelo sin nietos, un padre sin hijos y un hijo sin abuelos. Tal vez en el libro hay autobiografía que yo desconozco, no quise construir una gran saga.

—“Cada dia, una nova variació sobre la mentida”. ¿Cuál es su última mentira?

—Estar convencido de saber que he escrito, y seguramente estoy diciendo mentiras ahora mismo.

—¿Conoce a alguien que escriba mejor que usted?

—A muchos, lo contrario me daría pánico. Es una suerte tener una biblioteca y cumplir con el tópico de que me gusta más leer que escribir.

—Pero sabe que escribe con maestría.

—Eso no lo sabes nunca, trabajas a tientas. Si llegaras a estar seguro de que escribes bien, tendrías que dejarlo.

—¿Los alumnos, lo más lejos posible?

—El problema es que no están lejos, están aquí y han de estarlo. Han de estar en alguna parte, y no sé dónde porque todos nos alejamos de nosotros mismos. La distancia es difícil de construir. Hoy he ido por primera vez al Instituto, y no me gustaría estar en ningún lugar donde se ha de tomar la decisión sobre las clases, no sabría cómo embestir.

—“El pànic a no haver viscut a bastament”.

—Ese sentimiento define nuestra identidad con más fuerza que todo lo que hemos hecho. Es un pánico difícil de controlar, pero intentamos apartarlo.

—¿En qué empeora la Mallorca turística a la atávica?

—No era mejor, ni mucho menos. No hay nostalgia, no he escrito desde la añoranza de un mundo concreto. Es un texto que no comulga con el antiturismo, no denigro el turismo pero había otras posibilidades encaminadas hacia la hospitalidad y no hacia lo amorfo.

—¿Los hoteles mallorquines dan para una leyenda?

—El hotel es una máquina de ficción, allí somos otro. Al perder las referencias, hemos tergiversado el turismo que consiste en que dos extraños encajen de frente, para que se acerquen de culo y acaben chocando de espaldas.

—¿Le asusta dar nombres de empresarios turísticos?

—Ni por casualidad puede leerse La mar rodona como un roman à clef. Los personajes son de ficción, los hoteleros hacen su camino y su leyenda, no me necesitan.

—¿Ha sorprendido a algún alumno leyendo un libro?

—A alguno, y es una situación que parece que has de proteger, pero no lo he hecho. Han de salir a la superficie por sí solos desde la intemperie de la biblioteca.

—No hay barbería sin crimen.

—Porque allí se trabaja con hojas muy afiladas. Todos los grandes acontecimientos se inician en una barbería.

—No resucita usted a una mujer, sino a un cadáver.

—A una mujer muerta con la que no se sabe qué hacer.

—Los cadáveres estorban.

—Tienes razón, en estos tiempos se ha visto muy bien que no sabemos qué hacer con ellos. Mi referencia es a espejos deformantes, la Mort de dama.

—¿Cuando escribe un libro piensa en venderlo?

—No lo pienso, lo cual no quiere decir que no me gustara venderlo, que tuviera recorrido y que alcanzara importancia. Siempre he tenido otro trabajo, lo cual me permite escribir con tanta libertad. Y no he vendido mucho.

—¿Los extranjeros no son forasteros en Mallorca?

—Si me hablas en catalán, no eres forastero. Si hablas otra cosa, eres forastero. Puedes entrar y salir, no es de nacimiento, hay que despojar el concepto de racismo y etnicismo.