Residentes chilenos en Mallorca se han movilizado para mostrar su respaldo a sus compatriotas en las protestas que estallaron en su país al anunciarse una subida del precio del metro y que hasta ahora han dejado al menos diez muertos. Ayer se concentraron en la Plaza de España, con la convicción de que el país se encuentra en riesgo de caer de nuevo en la dictadura.

"Yo soy hija de la dictadura de Pinochet y sé bien de lo que hablo", afirmó Patricia Araya, que puso el foco en la violencia militar y el toque de queda decretado ante los disturbios, cuyo motivo va más allá de la subida del precio del metro a la que al final ha renunciado el Gobierno chileno. Esa medida fue la chispa que hizo estallar a una población que primero vio "cómo se recortaban las pensiones de la vejez y se bajaban los sueldos". Ahora la situación, según relata Araya, es que el toque de queda desde las 7 de la tarde a las 6 de la mañana supone que "muchos que aún están trabajando a las 7 de la tarde son detenidos, sin que sus familias sepan dónde estan ni en qué estado", un escenario que les recuerda "a lo que ya vivimos con Pinochet". Insiste en que el ambiente que le describen su familia y amigos desde Chile es del riesgo de "volver a una dictadura".

Mientras, el presidente chileno, Sebastián Piñera, se centra en los actos vandálicos en lugar de las demandas sociales que han provocado protestas pacíficas para concluir que su país está "en guerra contra un enemigo poderoso, que está dispuesto a usar la violencia sin ningún límite". Para Araya, estas declaraciones reflejan que a Piñera "se le ha ido de las manos y ahora lo que quiere es dividir al pueblo", cuyas protestas han sido al principio "pacíficas, con caceroladas vacías que simbolizan que no tenemos nada que poner en la olla".

Araya, propietaria de una empresa de limpieza de yates, lleva en Mallorca desde 2008. Su visión es igual a la de compatriotas que no hace mucho aun estaban en Chile y han visto como el descontento social iba en aumento ante las medidas de su Gobierno que empobrecen a la población. Es el caso de William Carrasco, de 29 años, quien llegó hace seis meses a la isla y cursa ingeniería de edificación para convalidar en España sus estudios de constructor civil.

"Esto no es un tema de color político y no ha estallado sólo por el tema del metro. Apoyar a los chilenos que están en el país es una cuestión de dignidad y derechos humanos, porque debe saberse lo que está ocurriendo de verdad", afirma Carrasco. Y lo que ocurre, según los relatos de estos residentes en Mallorca, es que las fuerzas armadas de su país han tomado las calles y actúan sin límite. "La gente tiene miedo, oye disparos por la noche, tiene miedo a ir a trabajar y también a perder su trabajo y, sobre todo, hay miedo a que vuelva una dictadura", sostiene Carrasco tras afirmar que "Piñera dice que estamos en guerra, pero no es la guerra que él dice, es una guerra contra el pueblo, contra el que no piensa como él".

Daniela Hernández, de 23 años de edad, lleva en Mallorca tan sólo un mes y medio y ha venido a la isla a estudiar educación primaria. Su intención es regresar en febrero a su país, que abandonó cuando el descontento social ya estaba al límite. "Nunca se saca a los militares a la calle si no es por una catástrofe y la gente está viendo una situación que supone revivir lo que ocurrió en 1973" afirma. El 11 de septiembre de aquel año las fuerzas armadas chilenas derrocaron al presidente socialista Salvador Allende y el país quedó en manos de una cruel dictadura, con Pinochet al frente. Relata que ahora, con el toque de queda, "si después de las 7 de la tarde te pillan en la calle no preguntan, te cogen y ya está" sin que haya posibilidad de defenderse ni de dar ninguna explicación. Una fotografía que, para ellos, es demasiado parecida a la de 1973.

Concentración

Una veintena de chilenos residentes en Palma se concentraron ayer en la Plaza de España de Palma con el fin de que desde fuera de Chile "se sepa lo que está ocurriendo" en el país, en lo que se refiere a la represión militar por los disturbios tras el anuncio de la subida del precio del metro. Esta cuestión hizo estallar a una población que había mostrado con protestas pacíficas su descontento por medidas de su Gobierno que le empobrecen.