"Que ese perdón [que un acusado de robo dio a sus víctimas y que uno de los perjudicados, un fraile franciscano, otorgó al inculpado] no tenga que volver a darse y que usted no incurra en nuevos delitos", aconsejó ayer el magistrado Eduardo Calderón a la última persona que juzgó en su dilatada carrera, que hoy concluye con una jubilación a los 72 años.

Si alguien hubiese tenido que elegir un caso como colofón de la dilatada y cabal trayectoria profesional del juez Calderón, el del robo con fuerza por un toxicómano en un convento franciscano de Palma hubiese sido la mejor selección.

Inusitado lleno

La sala de vistas del juzgado de lo penal 7 de Palma presentó ayer un inusitado lleno de público. Magistrados, fiscales, periodistas, funcionarios, abogados y familiares de Calderón no quisieron perderse ayer su última vista oral.

La casualidad hizo que el caso se zanjara mediante una conformidad. El juzgador preguntó al acusado, un joven magrebí y adicto a las drogas, si entendía algo el castellano. El chico contestó afirmativamente, y el juez, como siempre hizo en su larga carrera, le explicó con detalle, mesura y palabras inteligibles el alcance de su conformidad.

El acusado aprovechó la última palabra para pedir perdón a las víctimas de sus robos, que cometió "colocado y tras tomar cocaína o fumar un porro". Calderón hizo entrar al padre franciscano Vallespir, quien renunció a pedir indemnización alguna y señaló que "yo también te perdono", dirigiéndose al ladrón.

El juez no quiso dar por acabada la vista oral sin exhortar al joven a no reincidir: "Espero que ese perdón que ha pedido y ha recibido no se tenga que producir otra vez".

Concluido el juicio, el público prorrumpió en un sonoro y largo aplauso a un juez que ha sido profesor en la facultad de derecho de la UIB de numerosas quintas de abogados, magistrados y letrados de la Administración de Justicia.

"¿Qué vamos a hacer sin usted, don Eduardo?", "su sustituto nunca le va a poder igualar", exclamaron algunas funcionarias de penal 7, el destino que Calderón ha ocupado tras pedir el traslado desde la sala segunda de la Audiencia de Palma.

'Cinema paraíso'

Acabada la vista, el letrado de la Administración de Justicia hizo sonar en la sala la melodía de Cinema Paraíso, la película favorita del homenajeado. "Yo he visto esa película varias veces y en algunas ocasiones, al acabar, se me han deslizado dos lágrimas, espero que hoy no me vuelva a pasar", afirmó un emocionado Calderón. El magistrado, tras agradecer la despedida, pidió perdón "por haberme tenido que aguantar tanto tiempo".

Calderón empezó su carrera como juez togado militar de Palma, un juzgado que tenía su sede en La Rambla. Después pasó a la jurisdicción civil y estuvo destinado en la Audiencia de Barcelona.

Más tarde regresó a Palma y se ocupó de uno de los juzgados de lo penal, desde donde dio el salto a la sala segunda de la Audiencia. Allí, formando tribunal con Juan Catany (ya jubilado) y el actual presidente de la Audiencia, Diego Gómez-Reyno, afrontó el enjuiciamiento de complejos casos de corrupción política, tramas económicas y bandas de narcotraficantes. Hace unos años regresó a un juzgado de lo penal porque la Audiencia estaba sobrecargada y era muy penoso trabajar en esas circunstancias. Los operadores jurídicos alaban sus conocimientos jurídicos, su talante respetuoso con todas las partes y su excelente trato a los justiciables.