Refugiados, apátridas, desplazados internos, solicitantes de asilo. Suman más de 65,6 millones de personas en el mundo, recuerda el Fons Mallorquí de Solidaritat i Cooperació. La mitad son menores de 18 años. Esta gran diáspora que ha dejado de ser temporal se traduce en Balears en que se ha disparado la atención a esta población. Si en 2017 Cruz Roja brindó atención en las islas a 430 refugiados, el año pasado la cifra se elevó a 1.080, más de 600 eran hombres.

Mañana se celebra el Día Mundial de las Personas Refugiadas, motivo para recordar que en los centros de Son Rapinya, con 25 plazas, y el de Platja de Palma, para 50 personas, hay gran demanda, sobre todo de venezolanos que siguen abandonando su país ante la crisis que atraviesa bajo el régimen de Nicolás Maduro.

Como explica Rocío Redondo, coordinadora del Programa de Protección Internacional de Cruz Roja Balears, los centros "suelen estar llenos siempre". Además de personas llegadas de Venezuela -55 de enero al 31 de mayo-, también se han incrementado las originarias de Colombia -37 en total-, como en el resto de España, con un crecimiento del 40%. Por número, siguen los salvadoreños (22) y también se ha acogido este año a refugiados de Pakistán, Georgia, Nigeria, Honduras, Albania, Nicaragua, Camerún, Sudán, Ucrania, Marruecos y Cuba.

Entre los refugiados se encuentran ocho de los 17 migrantes que llegaron a las islas procedentes del Aquarius, el buque que hace un año desembarcó en Valencia con 629 personas a bordo que habían sido rescatadas en el mar. Los tumbos que tuvo que dar aquella embarcación, comandada por Médicos Sin Fronteras y SOS Mediterranée, en busca de un puerto que les admitiera sacó los colores a Europa, hasta que Pedro Sánchez tuvo aquel gesto; un grano de arena en el desierto.

Ocho de aquellos refugiados de Sudán, Nigeria y Camerún que llegaron a Balears siguen su proceso de acogida en los centros de la isla. Son varones adultos jóvenes. El resto desaparecieron, probablemente ni el archipiéalgo ni siquiera España era su destino, o quizás lograron ser autónomos.

Los refugiados tras pasar seis meses en los centros, donde cubren sus necesidades básicas y sanitarias y adquieren habilidades para ir logrando ser independientes - entre ellas la idiomática cuando lo requieren-, reciben acompañamiento psicológico, intervención jurídica y formación orientada a temas laborales. Se les ayuda después a encontrar vivienda de alquiler, lo más difícil en las islas, y empleo, gracias a los permisos de residencia, primero, y de trabajo, después, mientras la Oficina de Asilo y Refugio -siempre con retraso- va resolviendo su situación personal.

En el caso de los venezolanos, comenta Redondo, el ministerio del Interior ha dictado directrices nuevas para proteger a estos migrantes para brindarles protección por razones humanitarias.

Tierra de acogida

Desde abril de 2016 por el centro de acogida de Platja de Palma han pasado 319 personas, 200 hombres, 119 mujeres y 88 menores. En el de Son Rapinya, inaugurado en 2018, se ha dado atención a 61 personas.

Balears fue una de las primeras comunidades autónomas en ofrecerse para ser tierra de acogida de refugiados a pesar de no tener competencias al respecto y depender de la acción, "o inacción" del Gobierno central, se recuerda desde la conselleria de Serveis Socials i Cooperació. El albergue de Platja de Palma, patrimonio del Govern, estaba en venta, se retiró del mercado y se adaptó a centro de refugiados. Tras el arribo del Aquarius a España, de nuevo el archipiélago se ofreció a colaborar y se habilitó el antiguo convento de Son Rapinya. Además el Ibavi ha cedido 15 pisos de alquiler a Cruz Roja.

'Compartint el viatge' reúne a más de un centenar de personas

Càritas Mallorca se sumó ayer a la marcha mundial en favor de las personas migrantes y refugiadas. La iniciativa Compartint el viatge se lleva a cabo desde 2017 por iniciativa de esta ONG y del papa Francisco. Reunió a 130 personas que recorrieron 2,6 kilómetros por el casco antiguo, que multiplicados por el número de asistentes suponen 338 kilómetros recorridos por solidaridad. El restaurante Ca'n Josep Ca Vostra y Font Sorda les obsequiaron con helado y agua.