La burla del Gobierno de Sánchez al rechazar de plano el REB, un entierro disfrazado de laboriosas negociaciones con una Cati Cladera abandonada por Armengol y por su amiga Mercedes Garrido, adquiere un aspecto más clamoroso al contrastarla con la sencillez documental que logró para Balears la mejor contribución desde Madrid de su historia. En septiembre de 2007, a Carlos Ocaña le bastaron dos breves folios para sustanciar "una inversión a ejecutar en Balears con un importe no inferior a 2.800 millones de euros". El secretario de Estado de Hacienda en el Gobierno de Zapatero se comprometía adicionalmente a distribuir dicha cantidad "en siete anualidades que alcanzarán un importe no inferior a 400 millones de euros cada una de ellas".

Los 400 millones fluyeron de inmediato desde Madrid, los políticos locales encargados de gestionarlos reconocen que tenían dificultades para gastar una cantidad astronómica. No fueron necesarias comisiones mixtas, ni convenios, ni ruegos de la sociedad civil, ni leyes alambicadas que nadie pretendía cumplir. Bastó con una simple comunicación de Ocaña al "Estimado consejero Carlos (sic) Manera", a la sazón conseller de Economía del segundo Pacto de Progreso de Antich. Una década después, esa aportación calificada de mínima ni siquiera ha sido tomada en consideración. Con el agravante de que, al igual que sucediera en 2007, la bandera del PSOE ondeaba en ambas Administraciones.