El curso pasado los centros educativos de las islas detectaron y actuaron ante 127 casos de acoso escolar. Ahí está el titular, la cifra. Pero tras el número, la pregunta: ¿Qué ha pasado con esos 127 niños que han sufrido este tipo de violencia entre iguales? ¿Tienen secuelas, han podido seguir su vida escolar sin más incidencias?

Las consecuencias y manifestaciones que tiene el acoso escolar varía de un niño a otro. Hay casos que se pueden resolver en los propios institutos, con el trabajo de profesores, orientadores y el resto de compañeros. Pero hay niños que necesitan más tratamiento.

Desde enero de este año, estos niños tienen la opción de recibir tratamiento psicológico gratuito gracias a un servicio de la conselleria de Servicios Sociales del que se encarga el Colegio de Psicólogos (COPIB). Los colegios e institutos son los que pueden pedir la derivación a este servicio (aún desconocido para muchos) cuando ven que el menor sigue sufriendo secuelas, aunque el centro haya tratado de solventarlo.

Desde enero hasta mayo, los centros han derivado a 16 alumnos víctimas de acoso al Grupo de Intervención de Acoso entre Iguales del COPIB, el GIAI, que cubre hasta diez sesiones de trabajo. Lo coordina Marta Huertas, vocal de Psicología Educativa del órgano colegial, que narra la huella que puede dejar en los niños el acoso escolar si no se interviene de forma adecuada.

"El objetivo es restaurar o mejorar las secuelas que puede haber dejado el acoso en la conducta del niño", apunta Huertas, para a continuación relatar una larga lista de posibles manifestaciones: problemas de autoestima; ansiedad; repetición de patrones; agresividad; somatizaciones; autoagresiones... Dejar abierta la herida del bullying tiene mucho riesgo y a veces para cerrarla bien, para que cicatrice, un psicólogo debe intervenir.

¿De qué depende que un niño tenga estas secuelas? Huertas explica que no depende del tipo de acoso: da igual si ha sido físico, verbal psicológico, de aislamiento o ciberbullying. También se pueden sufrir en casos que no se consideran acoso, sino que son agresiones puntuales.

Situación de vulnerabilidad

La reacción y consecuencias dependerán del perfil de cada niño, aunque la psicóloga recuerda que el acoso escolar se produce en un momento vulnerable: "Son edades de desarrollo y construcción de los recursos y creencias, pilares que pueden quedar debilitados".

Por eso, Huertas trabaja con ellos aspectos como el afrontamiento, estrategias de resolución de problemas, autoestima...

El GIAI aún no ha terminado su intervención con ninguno de los 16 chavales con los que ha empezado a trabajar, aunque de momento ya puede decir que la recepción familiar está siendo "muy positiva".

Huertas habla de casos "duros" y recuerda que la lucha contra el acoso escolar es "un trabajo de comunidad": un triángulo entre el colegio, el hogar y la sociedad. En el caso de los centros, incide en la necesidad de institucionalizar la figura del psicólogo en la plantilla.

El servicio tiene un presupuesto de 28.200 euros, con lo que se cubre la atención para medio centenar de menores aunque en cinco meses solo se ha llegado a 16.

Desde Servicios Sociales, quien ha impulsado este servicio a través de la dirección general de Familia y Menores, se recuerda que no está pensado para todos los casos de acoso escolar, sino para aquellos de magnitud más grave que no se han podido resolver en el centro y han dejado al menor con más secuelas. El servicio también está pensado para que atienda a niños acosadores si se considera pertinente.

Así lo indica Fina Santiago, consellera de Servicios Sociales, quien razona que el despegue de cualquier servicio es así, tímido, entre que "la gente lo conoce y se fía de él". Santiago subraya la necesidad de que exista: "Sería absurdo trabajar en la detección [la conselleria de Educación ha puesto en marcha un protocolo antibullying esta legislatura] y luego no ofrecer nada de tratamiento".