El humo del cigarro de una mujer inunda la cara de una joven que está sentada justo enfrente, en la terraza exterior de un bar. Con su mano derecha intenta apartarlo. No dice nada y continúa la conversación con su compañera de mesa, pero su rostro refleja que se siente incómoda. Una imagen cada vez más repetida en las terrazas de los bares. Gente fumadora que convive con otros que no lo son. Nadie comenta nada, pero las expresiones lo dicen todo.

La polémica se ha desatado después de que este diario publicara la intención del Govern de prohibir el consumo de tabaco en terrazas que cuentan con hasta dos paredes y un techo. La normativa detalla que solo se podrá fumar en terrazas libres. Las opiniones son dispares y los restauradores tachan de "ridícula" y "desmesurada"esta nueva propuesta.

Algunos ciudadanos señalan que están de acuerdo en que no se fume cerca de centros sanitarios ni escuelas o recintos deportivos, por respeto a los no fumadores. Sin embargo, discrepan con Salud cuando se habla de bares.

"Que me dejen vivir. Estoy fuera del bar y no molesto a nadie" subraya Ausa Riera, mientras se fuma un cigarrillo en una terraza cerrada de un bar. "Tengo mis derechos igual que las personas que no fuman", continúa la joven.

En la misma línea sigue su compañero de mesa. "La normativa estableció que no se podía fumar en los recintos cerrados y lo aceptamos, es lógico, pero que nos pongan trabas por fumar fuera no lo entiendo", apunta David Sánchez.

Según argumentan estos dos jóvenes, las terrazas que disponen de dos paredes y un techo están al aire libre, de modo que no molestan a las personas que están sentadas a su lado. "Me da rabia, no estoy haciendo nada malo", comenta Riera.

Por otro lado, Gabriel Boza y Marta Miguel señalan que se podría llegar a un consenso con toda la ciudadanía. Boza propone dividir por zonas las terrazas: una de fumadores y otra de no fumadores. "Así estaríamos todos contentos", indica.

Marta Miguel, quien se define como no fumadora, reconoce que a ella no le molesta que fumen en las terrazas. "Cuando me siento fuera sé a lo que me expongo. En caso de no querer tragar humo me quedo dentro", declara. Su compañera de mesa gesticula e interrumpe. "No estoy de acuerdo. Es muy desagradable que te tiren el humo en la cara", declara Inés Ivan, quien añade: "¿Alguien ha pensado en los trabajadores?, ¿por qué un camarero debe tragar tanto humo?".

Su compañera se queda en silencio y no sabe qué responder a lo que Inés advierte de que los trabajadores se han convertido en fumadores pasivos sin quererlo y "eso es un peligro".

Los restauradores muestran su desacuerdo y apuntan que "no hace falta endurecer la ley". Pero eso en lo profesional, porque en lo personal opinan diferente. Como por ejemplo Liviana Ferrà, quien dirige dos negocios situados en Plaça d'Espanya. "Como ciudadana me parece perfecto, me molesta muchísimo el humo, pero como empresaria me horroriza, porque voy a perder clientes", revela Ferrà.

En su vertiente como empresaria declara que "es una vergüenza lo que están haciendo. No miran por el turismo". La propietaria de un local de al lado, Celia Gómez, mantiene el mismo discurso y achaca a los políticos que no se pongan de acuerdo. "Hemos hecho una inversión millonaria para que ahora nos digan que nuestros clientes no pueden fumar", comenta Gómez, quien apunta que en caso de que sus consumidores no puedan fumar en la terraza tendrán pérdidas millonarias. Lo corroboran el propietario del Bar Bosch y el encargado del Cappuccino. "Repercutirá negativamente en nuestra factuación", sentencian.