Los hoteleros tienen algunos motivos de peso para quejarse sobre la ecotasa. Pero estos tienen menos que ver con la duplicación del precio del impuesto turístico en temporada alta que con la negociación de esa subida y sobre todo con la cuestionable planificación de las inversiones que realiza el Govern con los recursos obtenidos.
Es lógico pensar que una subida de precios pueda contraer la demanda, en un momento en que destinos turísticos competidores hasta ahora hundidos, como Egipto y Turquía, se están recuperando. Pero el margen es amplio. Es posible que afecte a los hoteleros que hace tiempo que pierden rentabilidad, los que no han realizado inversiones y sobreviven año tras año tirando los precios para llenar habitaciones, sin más estrategia. El resto, los que este año han aumentado sus precios por encima del 7%, pese a la ecotasa y el impacto del alquiler turístico y llevan dos años consecutivos disfrutando del aumento del gasto superior al 10%, parece poco probable que sufran el cataclismo que ayer plantearon en Londres: la pérdida de un millón de turistas en solo una temporada por efecto exclusivo de la ecotasa.
Ese fue un mensaje dirigido al Govern de Francina Armengol, no una previsión realista sobre la próxima temporada. Una puya a un Ejecutivo que negoció la subida del impuesto de espaldas al sector y luego lo sometió a un vaivén de decisiones sobrevenidas por la presión de Més per Menorca y sobre todo Podemos, un partido que, por cierto, celebra con la connivencia del Ejecutivo cada decisión que cree que va en contra de los intereses de la principal industria de Balears, como si no fuera posible en ningún caso la convergencia con los intereses de los ciudadanos. También podrían criticar los hoteleros que la recaudación de la ecotasa se utilice para paliar las carencias presupuestarias de la comunidad y no para la verdadera mejora de las infraestructuras turísticas o para proyectos medioambientales de calado, y se pierda en pequeños proyectos municipales e incluso en paliar la Xylella.
