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La fiesta en paz

Real Mallorca: su destino estaba escrito

Los millonarios y sus ejecutivos han convertido el fútbol, que siempre había sido un estupefaciente duro, en una insulsa "droga de diseño"

¿Es Son Moix el mejor campo de Tercera? guillem bosch

Algunos ignoramos casi todo sobre el fútbol. Somos incapaces de discernir las razones de la debacle del Real Mallorca y, como Jorge Luis Borges, pensamos que "once jugadores contra otros once corriendo detrás de una pelota no son especialmente hermosos".

Los paletos futbolísticos necesitamos recurrir a grandes escritores, a material de primera calidad pero indebidamente apropiado, para explicar la importancia de tener un equipo en la elite. El Mallorca ya no es un equipo profesional. Está en Tercera División -Segunda B no deja de ser un eufemismo-. Lo que le ha ocurrido al equipo bermellón estaba escrito de antemano.

Que el fútbol es un deporte de masas no hace falta explicarlo. La retransmisión de un partido de la Liga de Campeones en el que uno de los dos contendientes se llama Mallorca, es una publicidad impagable. Que es una creencia lo describe como nadie Manuel Vázquez Montalbán: "El fútbol me interesa porque es una religión benévola que ha hecho muy poco daño. Existirá fútbol mientras la gente crea en un club y en unos colores como señales de identidad en una sociedad en la que cada vez faltan más referencias". No cabe la menor duda de que en la isla se ha disparado el ateísmo deportivo. Esta religión está de capa caída, salvo para los seguidores de sectas lejanas que visten de blanco o blaugrana. A los mallorquines ya solo nos queda creer en Rafel Nadal y rezar por el Atlético Baleares.

Claassen, Sarver y Molango han sido la prueba del nueve de que somos capaces de hundirnos y levantarnos solos. No necesitamos que vengan de lejos para darnos lecciones de perdedor envueltas en celofán. Como decía el muy culé escritor catalán, "los feligreses ya no son dueños de la parroquia". Han llegado los millonarios y sus ejecutivos impartiendo doctrina y han convertido lo que siempre había sido un estupefaciente duro, capaz de adormecer el hambre en tiempos de posguerra, la opresión en la dictadura y la injusticia en la democracia, en una "droga de diseño".

La afición siempre había sido lo más sagrado, incluso cuando cometía algún exceso. "El fútbol embrutece solo al que ya viene bruto de su casa", sentenció Camilo José Cela. Hoy todo está al servicio de la televisión, las estrellas -con su cohorte de peluqueros, tatuadores y estilistas- y la megalomanía de algunos dirigentes.

El nobel de literatura con largos años de residencia en Mallorca publicó en 1963 Once cuentos de fútbol en el que relacionaba el fenómeno futbolístico con el hecho de que "millares de miles" de españoles salieran precipitadamente de su casa "atropellando a los viejos y sin despedirse de la mujer ni de los niños" para comprar la Hoja del Lunes. Entre sus páginas -hoy serían los programas nocturnos de la televisión y las radios- encontraban "el pasto espiritual que ha de servirles de sustento durante toda la semana".

Los presidentes de los clubes, y por supuesto los del Mallorca, han visto solares urbanizables en los campos de fútbol y negociados municipales en los que recalificar los terrenos entre las butacas de los palcos. Nada que ver con la aviejada niña Gildarda y el espectador protagonistas de uno de los cuentos de Cela, que se mostraban encantados con los solares de Mallorca en los que se jugaba al fútbol. Los dirigentes del Mallorca solo han respetado dos leyes, construir un negocio e "importar futbolistas como quien importa motores diesel y exportar futbolistas como quien exporta agrios o derivados". Las palabras han sido robadas de nuevo a Cela.

El Mallorca se contagió del mal que Montalbán atribuía al fútbol español, que "entró en la época de las vacas gordas pero locas". Ahora paga las consecuencias. Penará sus desgracias en Tercera un pozo del que resulta difícil salir. Los pocos aficionados de verdad que mantendrán la fe sufrirán pesadillas en las que se les aparecerá Son Moix con las gradas pintadas de azul y blanco. Mallorca también será un isla de Tercera en las teles, la prensa deportiva y las radios. El fútbol es importantísimo, incluso para aquellos a quienes no nos gusta.

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