Esta es la crónica de la mayor vergüenza del Mallorca en los últimos treinta y seis años. La del descenso a Segunda B, de la salida del fútbol profesional, como resultado de una calamitosa gestión deportivacalamitosa gestión deportiva a la hora de la planificación de la temporada y, sobre todo, de unos jugadores que no han estado a la altura del escudo que defendían. Lo han tenido todo a su alcance para competir con dignidad, con una sobreprotección exagerada por parte de la entidad, que finalmente ha pasado una factura terrible.

Este desastre es de consecuencias imprevisibles a día de hoy y sus responsables, del primero al último de los que forman este club, no tienen excusa posible. Pero sería injusto poner al mismo nivel a uno u otros. El consejero delegado Maheta Molango es la cabeza visible de este esperpento. Y casi fue el primero en abandonar Anduva al acabar el partido sin dar explicaciones, quizá un ejemplo de lo que se ha convertido el Mallorca desde que lo dirige.

Está por ver si el propietario Robert Sarver, todavía más culpable por inacción, toma cartas en el asunto en el proyecto del próximo curso en Segunda B. El director deportivo Javi Recio y Fernando Vázquez, técnico con el que se diseñó esta plantilla, tampoco se pueden ir de rositas. Entre unos y otros han manchado de forma muy grave el nombre de un club con más de cien años de historia y que está obligado a levantarse a partir de hoy mismo. Pero lo mejor es que sea con otros protagonistas porque los actuales no dan la talla.

Es literalmente imposible hacerlo peor que los bermellones en la primera parte. Un auténtico espanto que empezó a reflejarse en el marcador bien pronto porque en el minuto dos, justo cuando debían salir con el cuchillo entre los dientes, ya tenían que recoger el balón desde el fondo de la red. Kijera centró y Maikel Mesa, absolutamente solo y con Oriol a muchos metros caminando, fusiló a Santamaría.

Esto podría haber sido un accidente, por muy difícil que fuera de entender, pero nada más lejos de la realidad. El planteamiento de Sergi Barjuan resultó nefasto. No lo asimilaban ni sus propios futbolistas, con un perdido Yuste por detrás de Lago, como si fuera un mediapunta, con Brandon y Culio en las bandas. El Mallorca estaba empanado y el Mirandés estaba jugando a su antojo, llegando como le daba la gana con ocasiones de Sangally y Eguaras. De los bermellones ni rastro. Guarrotxena elevó el sonrojo de los visitantes. El vasco tuvo tiempo de parar el balón, controlarlo y de disparar desde fuera del área dibujando una parábola imposible para el meta. Era increíble, pero el Mallorca caía 2-0 ante un rival que ya estaba descendido y, lo que es peor, parecía que no había remedio. Brandon reclamó penalti de Quintanilla, pero el colegiado no vio nada. Sin embargo, una acción esporádica dio vida a los baleares. Culio recogió el balón en el corazón del área, se revolvió y batió a la media vuelta a Sergio Pérez. Era el minuto 39 y había tiempo más que suficiente para darle la vuelta al marcador.

Culio lo podría haber hecho en la reanudación en una ocasión clarísima, pero se fue fuera. A partir de ahí fue un querer y no poder, con ocasiones de Lago, Ansotegi y Moutinho, que envió una falta al larguero. Brandon fue objeto de penalti, pero no fue pitado. Lekic empató, pero ya era demasiado tarde para tratar de marcar el tercero. Este empate, que es la peor de las derrotas, ya forma parte de la historia más penosa del club. Ni siquiera el Mallorca fue capaz de cumplir con su parte. Que se vayan todos de una vez.