­"Muchas veces la gente no sabe ni quién es, ni qué hace. Es súper raro. Están ahí, eso lo sabe todo el mundo, pero ¿qué hacen?". Eso se plantea un director de un instituto mallorquín refiriéndose a los grandes desconocidos de la comunidad educativa: los inspectores. ¿Cuál es su misión en la teoría y qué ocurre en la práctica? ¿Qué dificultades encuentran? Alexandre Camacho Prats, profesor en la Universitat de les Illes Balears, arroja luz sobre el tema en las más de mil páginas que ocupa su tesis doctoral, Funciones y quehaceres de los inspectores de Educación en Baleares. Un estudio de casos.

Camacho, maestro funcionario de carrera y profesor asociado de Didáctica y Organización Escolar en el Departamento de Pedagogía Aplicada y Psicología de la Educación en la UIB, ha dedicado los tres últimos años de su vida a esta tesis, para la que ha entrevistado a 20 inspectores y ha hecho grupos de discusión con un total de 23 directores. La investigación, dirigida por Serafín Antúnez y Blanca Patricia Silva, fue leída el pasado 7 de marzo en la Universitat de Barcelona. Toca un tema sobre el que apenas hay literatura científica y le ha valido a Camacho un sobresaliente cum laude. Insiste en que el objetivo de tanto trabajo "es que sirva para algo": para reflexionar y mejorar la educación.

Desaprovechados

Objetivo final: mejorar los centros y la educación

Una de las principales conclusiones de la tesis es que los inspectores ("un grupo selecto", "de altísima cualificación" y con la categoría de autoridad pública) están infrautilizados. Camacho recuerda cuál es su finalidad última: "Contribuir a la mejora de los centros, y por tanto de la educación". Y para "influir" en los centros, primero deben conocerlos.

El objetivo de los inspectores se articula sobre el papel a través de cuatro misiones principales: controlar, evaluar, asesorar e informar. Según ha detectado el ya doctor, estas funciones han quedado todas muy reducidas y se realizan de forma superficial. Lo dicen ellos mismos: "La inspección ya no es lo que era",apunta uno de los entrevistados, que incluso habla de "cierta crisis de la inspección". También lo dicen los directores: "Tienen muchos asuntos entre manos: comisiones, reuniones, mil cosas. Y esto implica una cantidad de días que no pueden dedicar a hacer lo que toca. Quizás están infrautilizados".

¿Cómo se ha llegado a esto? Según muchos de los entrevistados por Camacho uno de los principales problemas es que se ha desvirtuado el sentido de ´la visita´ a los centros ya que se hacen menos y de forma más superficial debido a la ingente carga de trabajo.

Y es que aunque normalmente se cree que el inspector visita ´únicamente´ colegios e institutos (públicos, privado y concertados), el investigador recuerda que su campo de acción también abarca desde las escoletes hasta el conservatorio o las escuelas de idomas. El ámbito de trabajo es vasto; y el número de inspectores, reducido. Actualmente hay 25 inspectores en todo el archipiélago, tras la incorporación de 11 profesionales nuevos el pasado noviembre por un concurso de méritos. El cuerpo estuvo en ´números rojos´ y con ratios insostenibles desde mediados del curso 2012-2013, cuando el entonces conseller Rafael Bosch, destituyó, a instancias de Bauzá, a los 17 inspectores accidentales que había en el cuerpo, dejando a solo once inspectores para hacerse cargo de todos los centros educativos de las islas; once inspectores que tuvieron que supervisar además los proyectos lingüísticos adaptados al TIL de todos los centros.

El exceso de trabajo ha acabado derivando en que se hacen menos visitas, las que se hacen muchas veces se limitan a compartir un rato en el despacho con el director, sin pisar las aulas y sin ver a los docentes en acción.

Lejos del aula

"No tenemos tiempo de valorar a los profesores"

"La visita es una de las prácticas más importantes de nuestra profesión", indica uno de los entrevistados: "Deberíamos tener más tiempo para ir más". Otro declara que "la visita al centro, el contacto con la realidad, las visitas a las aulas, la visualización de lo que está pasando realmente en el centro, es lo esencial", pero,este tipo de visitas "mengua" por culpa del exceso de "trabajo de despacho". Un tercero también confirma que "ya no se hacen" aquellas visitas que se hacían antes "llegando a las nueve y yéndose del centro a las dos".

Otro inspector interrogado hace un profundo análisis de la cuestión: "La tarea esencial es mirar la programación y ver cómo se aplica. Meterse dentro. Esa es la matriz de nuestra profesión, acercarse al profesor, ver cuál es su hoja de ruta y ver cómo las ejecuta. Y a partir de ahí, las tres grandes funciones de supervisión, evaluación y asesoramiento. No hay nada que me moleste más que ver que he apuntado una corrección y no se ha hecho. Si el inspector no entra en el aula y no ve qué sucede en ella, si no verifica qué se está haciendo, afloran aún más los problemas pedagógicos, y el inspector deja de cumplir con su función fundamental. Yo me hice inspector precisamente por eso". Concluye rotundo: "Si los inspectores hiciesen más esta actuación, no tendríamos profesores que son un quebranto, inútiles en su trabajo".

Otro argumenta: "No podemos, no tenemos tiempo de hacer valoraciones de profesores para mejorar su trabajo, de forma individual, que sería lo normal. Solo valoramos el primer año de los interinos o a los funcionarios en prácticas, y son evaluaciones rutinarias por el elevado número. Se ha delegado esta valoración a los centros y nosotros supervisamos". Admiten que debido a la falta de tiempo muchas veces no llegan más allá del despacho del director: "Si le preguntáramos a los profesores qué tal los inspectores creo que no habría una apreciación positiva de nuestra presencia. En los institutos los profesores nos ven como los que venimos a tomar el café con el director".

Los directores secundan esta visión. "Normalmente ni les ves, acaba todo en contacto telefónico por cosas puntuales, y de cada vez menos. Están alejados de la realidad", apunta uno. "Los inspectores no suelen inspeccionar mucho y los maestros lo saben. No entran en las clases, y si entra a ver a un maestro a su aula, ese maestro piensa: ´Ay, ¿qué he hecho?´". Continúa otro: "Para los profesores, el inspector es una figura lejana, inexistente. Si les pidiésemos quién es nuestro inspector, el 80% no lo sabría, ni su nombre ni físicamente".

La administración

"El político se cree inspector"

Además del exceso de trabajo, la tesis recoge otros obstáculos relacionados con la Administración como "la poca o nula profesionalización de cargos en la Administración" y las "exigencias procedentes de la Administración educativa que pueden desvirtuar la función inspectora".

Cabe recordar que Camacho estuvo haciendo entrevistas hasta este mismo curso, en el que los inspectores han tenido un papel clave y muy delicado en lo que se refiere a la huelga y la aplicación del TIL. Vale la pena recordar que en octubre, en medio del conflicto, el jefe de Inspección, Antonio González, presentó su renuncia.

"Es muy complicado y peyorativo tener que tratar con las exigencias que actualmente vienen de la propia Administración en demanda de cuestiones que consideramos que no están de acuerdo con la normativa vigente. Un inspector no es un comisario político, aunque se pretenda usarnos, peyorativamente, como tales", lamenta uno. Opina otro: "El obstáculo es la excesiva o mucha proximidad del poder político y la Inspección. Confunden papeles. Hay una mezcla de churras con merinas. El político se cree inspector, y el inspector se cree político, y la profesión se resiente". Un tercero señala: "Cuando la Administración te encomienda un trabajo que ni ella misma tiene claro cómo resolver, el inspector es un técnico que debe hacer cumplir la norma, pero también tiene un código ético; parece que en los tiempos que corren se olvida que el objetivo último es que los alumnos aprendan y mejoren su rendimiento, esto no hay que perderlo de vista".

No solo critican la injerencia de los políticos, también que les ignoren: "A nuestros informes normalmente no les hacen puñetero caso, no son vinculantes, incluso ante fracasos estrepitosos de la Administración: fracasos suyos, no nuestros, pues a veces quedan tumbados por los tribunales, cuando ya lo habíamos dicho, por ejemplo en normativa de aquí que vemos que no se adecua a normativa estatal de rango superior, lo decimos y ni puñetero caso", deplora un inspector.

Un director confirma: "La Administración, así como está organizada, prácticamente no tiene en cuenta a la Inspección. Muchas cosas las hablas y decides directamente con la dirección general, y si quiero, informo al inspector y si hay buen feeling a veces te ayudará, pero...". Un inspector veterano considera que "la Inspección no ha interesado como debiera a los políticos porque un informe es muy comprometedor". Prosigue: "Aquí no hacemos ni lo que otros compañeros reivindican, que es evaluar. Y nos va bien, porque cuanto menos compromiso, mejor. No hemos tenido un gobierno que haya repetido; cada cuatro años nos cambian los gobernantes y no se consolida ninguna política, pero los inspectores de carrera aquí estamos a pesar de que hace veinte años nos cambian a los gobernantes".

De repente, mediadores

La crispación y la conflictividad les ha traído una nueva función

Camacho ha detectado que el aumento de la conflictividad en los centros y de la crispación y los enfrentamientos (entre alumnos, docentes, profesores, familias) ha obligado a los inspectores a asumir un nuevo rol: el de mediadores.

Un inspector va describiendo los diferentes problemas que van surgiendo en la sociedad y que, cómo no podía ser de otra manera, se reproducen en la escuela: "Nuestros principales obstáculos vienen de problemas del propio sistema educativo y éste del social. Las problemáticas van cambiando: a veces, debemos hacer actuaciones de escolarización constantes pero pausadas; otras, puntuales y masificadas con la llegada de trabajadores a la isla; otros, de disciplina de alumnado en ESO; o cuando aparece una nueva normativa; otras, cuando ante conflictos lingüísticos hay una respuesta social ante unas declaraciones o hechos que pueden ser interpretados como agresiones a una lengua determinada. Y ahora con la crisis, problemáticas económicas cuando no se puede pagar: libros de texto, el comedor escolar, actividades complementarias, etc. El sistema social condiciona al sistema escolar, sin duda".

Formación y acceso

Inspectores que no han estudiado nada de Pedagogía

La tesis no deja ningún aspecto relativo a la Inspección sin tocar. Así por ejemplo, Camacho reflexiona sobre la formación que se les exige y la forma de acceder al cuerpo y concluye que sería importante reforzar su perfil pedagógico ya que luego necesitan "solvencia" para asesorar y evaluar. Asimismo, el investigador y maestro recoge en su trabajo el debate abierto en toda España sobre la especialización de estos profesionales que ahora mismo tocan casi todos los palos (desde niños de guardería hasta adultos en escuelas de idiomas).

Para Camacho lo más importante de todo es que se tenga en cuenta que los inspectores son personas que están ahí para ayudar a los centros y a la Admnistración, que constituyen "un factor de calidad" y como tales pueden contribuir a una mejora significativa de la educación, una necesidad ya urgente en Balears y en España.