Comienza la liquidación a precios de saldo de los vínculos de la Ex Familia Real con Mallorca. En cualquier interpretación, despojar a un Rey de sus posesiones es un gesto revolucionario, aunque la exacción corra a cargo de potentados. La enajenación del Fortuna apunta a la suerte que pueden correr en el futuro La Zarzuela y, en su dimensión local, el palacio de Marivent. La singular maniobra de regalar un yate de lujo a un monarca a cambio de favores, para recuperar la propiedad del bien una vez sustanciados los beneficios en promoción y otras gabelas más recónditas, multiplicará por mil sus réditos en el caso de la residencia veraniega de los Reyes. Por fuerza tiene que haber algún promotor que, en la magistral estela de Can Domenge, ya tenga extendidos los planes de Urbanización Foners o cualquier otra denominación de pizzería, en la residencia veraniega junto a Portopí.

Desesperado a finales de los ochenta por la renovación de su yate antañón, Juan Carlos de Borbón utilizó a su capitán como intermediario de una operación de venta. La campaña incluía esmerados folletos, al grito de "Navegue como un Rey". La urbanización Foners de Marivent será propiciada con el eslogan de "Viva como un Rey", y a buen seguro que repercutirá en las rentas de algunos donantes del ya extinto Fortuna. No hace falta refugiarse en la fácil metáfora biológica para interpretar el saqueo de la osamenta de la Corona, trasladada al cascarón de su buque insignia. La particularidad reside en la identidad privilegiada de los favorecidos, frente a quienes esparcen el miedo a los rencores de la masa soliviantada. La venta a un extranjero certificará el declive de un país, incluso en sus signos ostentatorios.

La privatización del Fortuna demuestra que la crisis ofrece excelentes oportunidades, aunque son aprovechadas por quienes arrancan en las posiciones de clara ventaja labradas en tiempos de bonanza. La generosidad del Gobierno con los grandes donantes, así en los yates regios como en las autopistas de peaje, contrasta con la exigencia implacable hacia los pequeños contribuyentes. La salida del rebautizado Foners de la antiestética nave de la base naval de Portopí, ni siquiera implicará la inmediata demolición de una estructura que carece de las licencias urbanísticas indispensables. Puede acondicionarse para albergar el chalet piloto de la futura Urbanización Marivent.

El propio Rey reconoció al pedir perdón la difícil situación de la monarquía, una incertidumbre que no se ha contagiado a la oligocracia. Los empresarios que se han cobrado el Fortuna por partida triple siguen comerciando con el mueble, en expectativa de hacerlo con los futuros inmuebles de Marivent. En cambio, los ciudadanos son examinados como sospechosos de promover disturbios por sus dificultades para sufragar los caprichos de los poderosos. En la nota más plácida por frívola, la nueva ubicación del yate regio se inmiscuye en la pugna entre Port Adriano y Puerto Portals por la soberanía de los puertos deportivos mallorquines. El paréntesis hasta la venta del regalo debería autorizar la visita guiada de los contribuyentes que aportaron millones de euros al Fortuna, sin obtener ventaja alguna a cambio. Y sin que nadie les consultara.