En un Govern limpio, Antònia Ordinas no hubiera podido organizar la sustracción de millones de euros. Por tanto, entra en la cárcel como símbolo de una gestión. Su arrepentimiento, confesión y restitución del dinero siembran la confusión entre los mafiosos y sus abogados. Los esbirros han de cumplir en silencio con el papel asignado, sin desvelar las honduras de la trama. De cara al público, estos fariseos fingen el escándalo de que los chivatos mienten para eludir la cárcel. Sin embargo, Viaene y Ordinas han entrado en prisión tan pronto como han podido. Otra falacia desbaratada.

Ordinas es una de las pocas personas en todo el mundo que ha dormido en habitaciones a dos mil euros la noche y en una mazmorra, lo cual obliga a reconciliarse con el funcionamiento de la justicia en Mallorca. Las críticas que su arrepentimiento merecen, en el PP que la cobijó, no llevan la aguja del oscilógrafo hasta la compasión. Sin embargo, se deshacen al examinar el Código Penal elaborado por el Gobierno de las siglas susodichas. En el artículo 434 se faculta a jueces y tribunales a degradar notablemente las penas a los acusados de corrupción política que reparen íntegramente el perjuicio, además de colaborar activamente "para obtener pruebas decisivas para la identificación o captura de otros responsables". Es decir, se recompensa el comportamiento de Ordinas y Bárcenas.

La cerebro de Scala tuvo la elegancia de no quejarse en su anterior periplo carcelario de la compañía que impone la prisión. Sin embargo, no cabe descartar un motín de presos comunes, obligados a compartir espacio con tantos corruptos.