Los socialistas de Balears se van de congreso el próximo fin de semana. Su objetivo es elegir un nuevo líder, que será lideresa, elaborar un mensaje atractivo y crear una estructura capaz de recuperar el poder. Dados los antecedentes, quizás resultaría más eficaz marchar en romería y encender una vela a Santa Rita.

El cónclave es un akelarre de brujos y brujas fracasados, incapaces de idear un sortilegio con el que entusiasmar o embaucar a los ciudadanos. Los políticos llaman congreso al ritual periódico en el que se congratulan de lo magníficos que son –tras una victoria electoral– o reflexionan sobre cuan equivocado está el resto del mundo –después de una derrota–. Los socialistas de aquí celebrarán su XII Congreso bajo el signo del fracaso. (En este artículo se hablará siempre del PSOE balear y nunca del PSIB por un elemental sentido de caridad. No queremos impeler a que la sangría de votos continúe).

Dos brebajes animarán a la concurrencia. Uno es la elección de la secretaria general. La cosa parece bien atada. El oficialismo que respalda a Francina Armengol es tan capaz para atar las votaciones internas como inútil para proyectar el partido hacia el exterior. El segundo brebaje es la aprobación de la ponencia política, un documento que los más fanatizados consideran tan sagrado como la Biblia, aunque luego lo amoldarán a lo que convenga en cada momento –igual que la Iglesia con los libros canónicos–.

Dado que el 99,9% de los votantes socialistas y el 99% de los militantes no tienen ninguna intención de leerse este documento, permitirán que en pro del servicio público les expliquemos lo que se han perdido –es un decir–.

Las 66 páginas de prosa densa y, aparentemente, escrita por distintas plumas, comienzan con un análisis de la "desfeta transversal i universal" que es como son calificadas las derrotas de 2011. ¿Culpables? Las "durísimas medidas económicas" de mayo de 2011 con la consiguiente "pérdida de coherencia de nuestro discurso". En el ámbito balear, aseguran que las denuncias de corrupción contra el PP generan un "efecto bumerán negativo" hacia el PSOE, porque la opinión pública concluye que "todos son iguales". Por supuesto, se incluye el consabido "qué bien lo hemos hecho y qué mal lo hemos vendido", aunque con otras palabras.

Después de cruzar los datos de las elecciones de mayo y noviembre, los analistas del PSOE califican de "preocupante" el trasvase de votos hacia UPyD, aunque concluyen que la causa del descalabro es "la pérdida de confianza de antiguos electores que han optado en gran parte por la abstención".

Sigue una larguísima relación de medidas parecidas a un programa electoral y, en consecuencia, sin ninguna trascendencia. Oscilan entre la necesidad de "diversificación del sector servicios" y la de "realizar un cambio de modelo productivo", pasando por "conseguir una mayor estabilidad real en el empleo". Innovador y apasionante son las palabras menos adecuadas para definir el capítulo de las propuestas.

Los redactores citan a Pablo Iglesias –"Organización, mucha organización"– antes de adentrarse en cómo debe trabajar el partido–. Los escasos militantes que hayan leído la ponencia política habrán quedado confundidos: "Es necesaria una estructura con un alto grado de organización interna que permita la diversidad, la variación en formas de relacionarse, en contenidos y en tipos de interlocutores". Se nota que es un texto escrito para que nadie lo lea.

La única función conocida de una formación política en la oposición es recuperar el poder. Los socialistas de las islas llevan casi tres décadas sin trabajar seriamente para alcanzar este objetivo. Se han limitado a esperar que, muy de vez en cuando, cayera la fruta madura del árbol silvestre, pero no han recolectado voto a voto, casa a casa y pueblo a pueblo para alcanzar el éxito. Ahora confían en que de su akelarre surja una bruja –con perdón– capaz de encontrar una poción maravillosa que rompa la dinámica perdedora. La excusa perfecta para seguir en su eterno letargo.