Energía nuclear, ¿sí o no? Vamos a tener que vivir con ella y por eso tendremos que aprender de lo que ha pasado hasta el momento (llámese Harrisburg, Chernóbil o Fukushima) para hacerla cada vez más segura, opina Carles Bona, catedrático de Física Teórica de la UIB. No, es el momento de dar un paso atrás y apostar por el cierre progresivo de las centrales nucleares apostando por otras energías más sostenibles, sostiene Margalida Ramis, portavoz del GOB. También se opone a esta forma de generación energética Jesús Duque, geólogo y profesor asociado al departamento de Ciencias de la Tierra de la UIB, que concede que sólo la admitiría bajo un absoluto control, lo que, en su opinión, la haría económica inviable porque no sería competitiva.

DIARIO de MALLORCA reunió a estos tres especialistas para debatir, al hilo del desastre nuclear que está padeciendo Japón tras un terremoto y el posterior tsunami, sobre el futuro de la energía nuclear.

¿Es comparable el desastre de fukushima con el de chernóbil?

No, en absoluto. En Chernóbil no existía el edificio de contención que protegía a Fukushima y la radiación salió directamente al exterior y se produjo una nube radiactiva muy importante que afectó muy severamente no sólo a la población cercana, sino a la que vivía a considerable distancia del lugar del siniestro, señala Carles Bona, que recuerda que Chernóbil, en la escala de los accidentes nucleares, tuvo un nivel 7. O lo que es lo mismo, la calificación de muy grave con afectación severa del entorno global. "Lo de Fukushima, si se quiere cuantificar, estará en torno al nivel 5. Ha sido un accidente con consecuencias muy centradas en la zona local", compara.

Para la representante del GOB, el problema es que las consecuencias de Fukushima todavía no han acabado. "Hoy mismo (por el pasado jueves) se ha publicado que las emisiones de cesio que se están dando en Fukushima ya suponen el 50% de las que se produjeron en la central ucraniana. Y también se está registrando una dispersión de las partículas contaminantes a nivel global, aunque en dosis muy bajas que no tienen consecuencias directas sobre la salud. Pero lo que preocupa es que el desastre de Fukushima no ha acabado todavía", reitera Ramis, que considera que el percance nipón ya ha superado al segundo accidente nuclear más importante de la historia, el de Three Mile Island en Harrisburg.

Para el geólogo Jesús Duque, hay diferencias. En Chernóbil fue un fallo de la central que en Japón estuvo inducido por un accidente natural en una zona donde estos fenómenos son habituales. Ambas centrales, la ucraniana y Fukushima, son similares, pero esta última tenía una cobertura de seguridad implantada, precisamente, a raíz de Chernóbil.

Consecuencias de Fukushima y la falta de información

Carles Bona opina que no se producirá una explosión nuclear en Fukushima, sencillamente porque el combustible que usa esta central no tiene calidad militar, no tiene la concentración suficiente para provocar una explosión nuclear. Puede haber emisiones radiactivas, pero nunca una explosión nuclear. "Un grupo terrorista que robara este combustible no podría hacer una bomba nuclear con él", recalca.

Para Jesús Duque, sin embargo, "hay un riesgo" de que se pueda producir una combustión en cadena si la temperatura aumentara muchísimo, que es el problema que se está dando, de refrigeración. En esta tesitura, para Duque hay un riesgo de una explosión nuclear. "Lo que me ha preocupado es la disminución de la información sobre lo que está pasando. La transparencia de la información se empieza a oscurecer", opina.

A Carles Bona la inquietud le asaltó cuando parecía que la empresa que explotaba la central nuclear tiraba los papeles al retirar a sus operarios dejando un pequeño retén. Pero en ese momento entró el Estado y se supo que iban a enviar voluntarios que incluso arriesgarían sus vidas soportando elevadas dosis de radiación para proteger a la población. "Y entonces me tranquilicé porque sabía que iban a ir hasta el final. Además, la información que el Gobierno da ahora tiene más credibilidad, no corres el riesgo de que sean unos datos sesgados por la empresa explotadora", argumenta.

Japón, zona sísmica. ¿Es un lugar idóneo para nucleares?

Jesús Duque explica que un terremoto de 8,9 grados como el del pasado día 11 de marzo no es tan anormal en la zona. Un efecto colateral de los seísmos es que produce, según ilustra el geólogo, una fluidificación del suelo ocasionada por la vibración. Y lo convierte en más vulnerable ante la llegada de un tsunami. "Mucho ingeniero y poco geólogo", resume.

Para Bona, lo que pasó es que sobrevino un terremoto muy fuerte que se llevó por delante todas las líneas de tensión y la central perdió la conexión eléctrica exterior. "El problema es que al cabo de una hora les llegó un tsunami de diez metros de altura cuando el muro de protección de la central tenía tan sólo dos. La ola pasó por encima y se llevó todo el cableado", revela Bona, que concluye que la ubicación de Fukushima, a nivel del mar en una zona de gran actividad sísmica y con un pequeño muro de protección, era una irresponsabilidad.

Y el catedrático de Física Teórica de la UIB va más allá ya que explica que en Japón, precisamente por ser zona de terremotos, las viviendas se construyen sin cimientos, están depositadas sobre el cemento. Y el mar irrumpiendo con fuerza se las llevó como se llevaría unas autocaravanas. "Utilizar este tipo de construcción en primera línea de mar es una aberración", añade el catedrático, que matiza que un terremoto, sin ola posterior, apenas hubiera causado daños a esas casas.

Y no se trata de una imprevisión inimaginable en el país mejor preparado ante los terremotos porque, como añade el geólogo Jesús Duque, un terremoto no conlleva indefectible un tsunami. "Si le pegamos con un martillo a una bañera llena de agua y sólo vibra la bañera, tendríamos un terremoto. Si también se moviera el agua de ésta, estaríamos ante un maremoto. Por último, si se vertiera líquido fuera de la bañera, sería un tsunami", ilustra gráficamente el geólogo.

Las consecuencias del tsunami, lógicamente, están vinculadas a la fisonomía de la costa. "Si la ola hubiera llegado a la costa oeste japonesa, más abrupta, los efectos no hubieran sido los mismos", apunta Margalida Ramis.

Efectos dispares del yodo y el cesio radiactivos

Carles Bona es de la opinión que lo que está pasando es serio, pero no excesivamente preocupante porque las autoridades niponas tienen la situación bajo control. Y lo fundamenta en lo siguiente: el material radiactivo detectado en el agua, el yodo, tiene una vida media de ocho días, por lo que bastará beber agua embotellada durante una semana.

Duque discrepa: "El yodo tiene una vida externa de una semana, pero si tus tiroides lo asimilan, te quedas con él". Y Ramis recuerda que por eso inicialmente las autoridades nipones repartieron dosis de yodo entre la población, para que las tiroides de los japoneses tuvieran su dosis cubierta y no asimilaran el radiactivo.

El catedrático Bona impone su explicación. "Nuestro organismo toma del exterior el yodo y, por tanto, este elemento químico se encuentra en él, aunque evidentemente no es el radiactivo. El aire que respiras es la vía de entrada de este último y se empieza a desintegrar dentro de ti. La piel, que es una buena barrera contra la radiación beta, aquí no sirve de nada. El peligro radica entonces es inhalar ese yodo durante los primeros días, ya que después desaparece muy rápidamente". Inhalar y que se te integre, ahí radica el peligro, vuelve a matizar Duque.

¿Y la vida del cesio? Su longevidad va correlacionada con la forma en que se desintegra. Cuando más despacio lo hace, más tarda. "Unos treinta años", zanja pragmática Ramis la explicación de Bona. "Para su semidesintegración, bajar su efectos nocivos al cincuenta por ciento", puntualiza respaldada por Duque.

La contaminación en el mar, el mejor de los males posibles

Todo apunta que el hecho de que la radiación llegue al mar es el menor de los males posibles. Y los expertos convocados por este rotativo lo corroboran. El mar es muy grande y los elementos radiactivos se dispersan por su inmensidad. Si la dosis detectada en el lugar del incidente podría ser preocupante, esta dispersión por la amplitud de los océanos la haría inocua.

Pero, ¿podrían llegar partículas del cesio liberado de Fukushima a Balears? Sí, por supuesto, responden, pero en unas dosis no peligrosas. Tendrían los citados treinta años que requieren para desintegrarse para llevar a cabo una larga singladura por los diferentes mares del mundo. Otra cosa es que a estos elementos radiactivos los transporte el aire hacia tierra, llueva y sean depósitos sobre los cultivos, se filtren y lleguen a los acuíferos. Se trata de otro escenario mucho menos deseable.

Margalida Ramis apunta no obstante que organismos franceses y austríacos que miden las emisiones radiactivas han confirmado que la dispersión de las partículas de Fukushima es prácticamente global, afecta a todo el mundo, aunque en diferentes niveles que, en el caso de Europa, se encuentran entre los más bajos. Y su recorrido natural pasa por atravesar el Pacífico, cruzar de Norteamérica desde la costa oeste a la este y luego hacer lo propio con el Atlántico para llegar a Europa. Ya se han detectado partículas en Islandia que habrían seguido este itinerario.

¿Será Fukushima la puntilla que acabe con la energía nuclear?

Duque recalca que el problema de esta crisis nuclear radica en que ha pasado en el primer mundo, en uno de los países más preparados para hacerle frente. Y en su reflexión se remonta al final de la II Guerra Mundial, que recuerda que se clausuró con dos bombas de energía nuclear.

"Una de uranio para Hiroshima y otra de plutonio para Nagasaki. No tenían más. Aunque los japoneses pensaran lo contrario. Y tiraron la segunda para comprobar su efecto. En los bombardeos previos sobre Japón, Estados Unidos preservó hasta ocho ciudades candidatas para recibir luego la bomba atómica. Para que no tuviera daños previos y poder calibrar después los efectos del artefacto nuclear", corta el discurso de Duque el catedrático Carles Bona para revelar con toda su crudeza este episodio poco conocido.

Las que montaron las centrales nucleares fueron multinacionales norteamericanas como General Electric o Westinghouse, que vendían una forma de obtener energía desde la óptica capitalista, obteniendo el máximo rendimiento económico. E inicialmente fueron bien vistas por la sociedad como signo de modernidad y como nueva actividad generadora de muchos empleos, continúa el geólogo. "Por desconocimiento", añade Ramis.

Pero, ¿implicará este accidente su desaparición? "No, no a va ser su fin", afirma categórico Bona. El desafío del cambio climático lo impedirá, argumenta. La energía nuclear, pese a su peligrosidad, es una energía limpia, no provoca emisiones de gases de efecto invernadero. El humo que sale por las chimeneas de las centrales españolas es vapor de agua, aclara.

El accidente de Japón no va a influir en nada en el desarrollo de la energía nuclear, vaticina Duque. Sólo lo hará, sugiere, si en un momento determinado se imponen las suficientes trabas a la construcción de estas centrales como para que no sean económicamente rentables.

"Ahora no es cuestión de reabrir el debate sobre la energía nuclear. Ahora se debería cerrar. El problema es que hay muchos Estados y un poderoso lobby nuclear que siguen apostando por esta forma de generar energía", argüye la ecologista del GOB, que también denuncia la "brutal" estrategia de marketing verde de estos grupos que inciden en su seguridad, en su eficacia para combatir el cambio climático y en la cantidad de puestos de trabajo que generan. "Se ha llegado a decir que los residuos radiactivos tienen una posible reutilización, que son renovables", se indigna Margalida, que recalca que si no han proliferado más ha sido por el elevado coste que implica su instalación y explotación.

No obstante, Ramis no ve posible el cierre de las centrales españolas de un día para otro por la eliminación de los numerosos puestos de trabajo que implicaría y porque estas plantas proporcionan en la actualidad el 20% de la energía que consume el Estado. "¿Es factible un cambio de modelo energético? Sí. ¿Tenemos alternativas? Sí. ¿Son mucho menos peligrosas? Sí. Pero hay que hacer una apuesta clara de política energética y económica que muchos Estados no están dispuestos a afrontar", se desahoga la portavoz ecologista. "En realidad, no necesitamos las centrales nucleares", corrobora Jesús Duque.

¿Son compatibles las energías renovables con el turismo?

Sí a las energías renovables, pero, ¿es compatible la instalación de molinos de viento o grandes extensiones de placas fotovoltaicas con una comunidad como la balear, volcada hacia el turismo y que vive de su imagen?

Ramis explica que Greenpeace ha presentado un estudio en el que se asegura que España podría producir toda su energía de fuentes renovables en el 2050. El informe excluye a los archipiélagos balear y canario. La llegada del cable eléctrico supondrá que parte de la energía que llegue a Balears sea de origen nuclear aunque nunca se podrá saber porque toda la energía del país, independientemente de su procedencia, se oferta en un pool. Lo que es inasumible para Ramis es la existencia de una central funcionando con carbón como la de es Murterar. Bona apunta también que la energía fotovoltaica sólo representa un 4% de la producción y se lleva un 25% de la factura por el sistema de compensaciones vigente mediante el cual se compensa al productor la diferencia entre lo que le ha costado generar la energía y el precio al que se vende.

"La nuclear también está en cierta manera primada", contrarresta Duque, que revela que el control de seguridad de estas centrales es estatal.

"Pero está mucho más cerca del nivel de rentabilidad", contraataca Bona antes de que todos los ponentes se enzarcen en una batalla sobre si la energía hidroeléctrica es limpia o sucia, si es infumable que se considere renovable a la biomasa o si es lícito supeditar todo los criterios energéticos a la lucha contra el cambio climático.

¿Se cubrirían nuestras necesidades sin energía nuclear?

La gran pregunta del debate es, ¿se pueden garantizar nuestras necesidades energéticas actuales sin las centrales nucleares? ¿O habrá que apretarse varios agujeros el cinturón del consumo energético? Esto último ya lo están haciendo los japoneses ahora, aunque todo apunta a que es coyuntural, bromea Bona.

Cualquier política energética seria pasa por no prever que la demanda seguirá creciendo exponencialmente sin ningún problema, denuncia Ramis, que recalca que una actuación diligente obliga a contemplar una política de ahorro y de eficiencia energética. "Osea, consumir la energía estrictamente necesaria de acuerdo a lo que producimos. Y debería tender a estabilizar la demanda, no a aumentarla", recalca al tiempo que propone que, como con el agua, se penalice con el precio los consumos más elevados.

Bona impone el pragmatismo de nuevo y puntualiza que existen una serie de países emergentes como India y China a los que no se les puede imponer ahora una restricción en el consumo energético. A nivel global, no cree que se dé. "Vamos a tener que poner en marcha más recursos", augura.

Las energías renovables dependen de factores externos como el sol brille o que el viento sople con la intensidad necesaria, Y ahí está la causa en que haya meses que se haya de exportar energía a Francia y otros en los que la producción baje drásticamente por esos factores exógenos. Por ello se hace necesario tener un componente estable que te garantice que tu producción energética no se sitúe por debajo de determinado nivel. Y este componente estable se consigue en la actualidad con las centrales térmicas convencionales que producen gases de efecto invernadero y con las centrales nucleares. "Sobre este esquema nos podemos mover", concluye su argumentación Bona.

Jesús Duque apunta que si no se empieza a considerar la energía como un bien común en lugar de como un bien lucrativo, no se va a poder hacer nada. El primer mundo consume el 75% de la energía mientras que tan sólo es un 25% de la población, critica.

Fusión nuclear, ¿la solución energética del futuro?

Un futuro aún muy lejano, se muestra pesimista Bona. ¿Cuánto tiempo? Décadas, responde. Pese a que comúnmente se considera que la fusión nuclear traería una energía limpia,segura y abundante, Duque puntualiza: "Menos peligrosa y más limpia".

Para hacerlo comprensible, Carles Bona explica que, básicamente, la fisión es algo grande que se va rompiendo y de ahí viene la radiación. Por el contrario, la fusión implica cosas pequeñas que tienden a juntarse. "Por tanto no escupen, sino que chupan", dice Bona. "Pero calientan", añade Duque, que advierte de que también se puede hacer un bomba atómica de fusión. La bomba H, pone como ejemplo Ramis, que, escéptica, recuerda que hace viente años se decía que en veinte años habría fusión nuclear. "Y no se puede confiar en una solución tecnológica a la problemática actual", opina.

Duque liga el futuro energético al control de la natalidad, la redistribución, el ahorro y el equilibrio entre la población mundial. "Y el reto climático", apunta Ramis. Y el reto climático, concede un poco a regañadientes Duque, que se descuelga con una reflexión políticamente incorrecta: "El cambio climático ha sido y puede ser beneficioso para la historia de la Tierra. Sobre todo si destruye parte de la población humana. Somos una plaga".

¿Es posible la eliminación total de la energía nuclear en España?

No, es inviable, zanja Bona. ¿Ni siquiera a largo plazo? ¿Por qué crees que han alargado la vida de la central de Garoña?, responde con una pregunta el catedrático para responderse a sí mismo: Porque no se cumple con Kioto (el protocolo que fija una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero). "Si queremos mantener nuestro compromiso como país en la lucha contra el cambio climático, no podemos renunciar la energía nuclear", dice.

Duque replica que la demanda energética actual del Estado español no necesita de un aporte procedente de la energía nuclear. "Esta metida dentro de la red porque ya existía. Pero ahora tenemos excedente de producción eléctrica", sostiene el geólogo, que aboga por emprender una reconversión energética como se hizo con la industrial y que, admite, provocará despidos.

¿Cómo afectaría a Balears un fuga en centrales próximas?

Aquí sí coinciden todos. Dependería mucho del tratamiento que se le diera en los medios de comunicación. Si se impusiera el sensacionalismo que se ha dado al accidente japonés...como destino turístico lo tendríamos mal. Y no porque hubiera pasado nada especialmente grave, sino por la alarma creada. "Pero estamos rodeados por un montón de ellas", advierte Ramis.

Japón, ¿sería la potencia que es sin energía nuclear?

Con su densidad de población y con los recursos naturales de los que dispone, difícilmente, dice Bona, que matiza que quizá sí con plantas térmicas tradicionales. "Aunque, para hacerse una idea, dos de estas centrales fueron borradas literalmente del mapa tras el terremoto y el tsunami", añade queriendo resaltar que tampoco hubieran sido inmunes a este tipo de tragedias. Japón habría tenido un desarrollo más sostenible sin las centrales nucleares aprovechando sus posibilidades geotérmicas, opina Duque. No obstante, todos coinciden: "No sería el Japón que hoy conocemos".

Energía nuclear, ¿la más catastrófica para el ser humano?

Por la cantidad ni la magnitud de los desastres que ha provocado en el hombre y en el medio ambiente, no. Pero Ramis asegura que si se internalizasen los costes de los efectos que han tenido fugas radiactivas entre la población –más casos de cáncer en generaciones posteriores, por ejemplo–, la energía nuclear no sería rentable.