El Papa Benedicto XVI aún no había pisado suelo español y ya daba algunas pistas sobre sus dos días en España. En el avión, el Pontífice advirtió de que el país vive un "anticlericalismo agresivo" que equiparó con el de la II República y, por ello, reclamó la "reevangelización". Una comparación que en el seno del clero mallorquín ha encontrado sus defensores y sus detractores.

El párroco de Alaró, Josep Noguera, considera que esta comparación es exagerada. Eso sí, afirma que hay casos puntuales, como la retirada de los símbolos religiosos, en los que el laicismo se antepone. De todas maneras, reconoce cierta dificultad entre lo civil y lo religioso. "La religión siempre ha querido marcar demasiado el camino de la sociedad civil, una sociedad que quiere hacer su camino", apunta. Su solución es llegar a un respeto mutuo. El párroco Alfred Miralles dice que la afirmación del Pontífice puede ser más o menos acertada. En su opinión, no solo es culpa del Gobierno que haya un ambiente anticlerical, también de la televisión y la opinión pública, que dan una imagen anticuada de la iglesia. "Tienen la tendencia a generar crispación. Nos hacen escoger entre ser moderno o ser cristiano. Y se puede ser del siglo XXI y cristiano", señala. "No ha llegado al punto de quemar conventos, como en los años 30, pero el asedio de la opinión pública genera mosqueo", reconoce. Eusebio Capel está convencido de que el anticlericalismo que predica el Papa es cierto, es más, desde su punto de vista va a más. "Medidas como la eliminación de crucifijos atacan directamente a nuestros ánimos", lamenta.

La condena del aborto y la defensa de la familia tradicional han marcado las reivindicaciones del Pontífice. Al analizar la visita del Santo Padre, Miralles es claro: "Me extraña que extrañe que el Papa condene el aborto porque es la postura de la Iglesia". "La condena del aborto es evidente. Lo dice la Iglesia. No podemos jugar con el tema del aborto, nosotros hacemos una defensa total de la vida", recalca Capel. En cambio, el párroco de Alaró admite que la Iglesia no puede imponer sus puntos de vista, por lo que aboga por el diálogo y la convivencia. "Lo que no quiero es que las mujeres se tengan que ir a Londres para abortar, como ocurría antes. Hay que hablar y llegar a un consenso", reflexiona. Desde la asociación Creyentes y Feministas, Malena Juan apuesta por la libertad de conciencia. "Creemos en una Iglesia plural sin unas normas tan estrictas", señala, y considera que la familia ha evolucionado y, por tanto, la entidad respeta los diferentes tipos de familias.

Capel y Miralles creen lógico que Benedicto XVI reclame a las autoridades más apoyo económico, social y legislativo para la familia tradicional porque el matrimonio entre un hombre y una mujer garantiza la procreación. "La Europa actual va hacia el suicidio por la falta de procreación", vaticina. Le llamó la atención las palabras que reclamaban un apoyo para que la mujer encuentre en el hogar y el trabajo su plena realización. "Es un aspecto muy progresista que el Santo Padre haya reconocido expresamente que la mujer se dedique al trabajo y a la casa", resalta Miralles. Noguera también lo ve con buenos ojos, aunque puntualiza que para alcanzar la igualdad debería haber incluido la palabra "hogar" al hablar del hombre. Capel, por su parte, critica que hoy en día está mal visto que una mujer quiera dedicarse al hogar, a seguir la figura tradicional de madre. El párroco aboga por reconocer económicamente el papel de las amas de casa porque reúnen todos los requisitos: son enfermeras, administrativas y educadoras a la vez.