El atentado registrado en Palmanova el pasado 30 de julio hizo que inmediatamente se activara la denominada Operación Jaula, con el despliegue de unos 1.600 agentes de la Guardia Civil y de la Policía Nacional destinado a controlar cualquier movimiento en aeropuerto, puertos y en la red viaria, además de incrementar la vigilancia en los puntos más sensibles de ser considerados como objetivo terrorista, como sedes de las Administraciones isleñas, dependencias de los Cuerpos de Seguridad o centros de generación de energía.

Desde el ministerio del Interior no se ocultó la posibilidad de que los autores de este primer ataque –que incluyó la colocación de dos artefactos en vehículos de la Benemérita, aunque uno no estalló– hubieran salido ya de la isla, pero ante la posibilidad de que se pudieran encontrar todavía en Mallorca se adoptaron medidas como el cierre del aeropuerto palmesano, que fue reabierto a las pocas horas ante las presiones del sector turístico.

Sin embargo, se intensificaron enormemente los controles sobre las personas que intentaban salir de la isla en avión o en barco –ningún buque partió en esas jornadas de los puertos isleños sin la correspondiente autorización de la Guardia Civil– pero el despliegue resultó especialmente evidente en la red viaria mallorquina, que generó un embotellamiento generalizado en sus principales ejes pero que fue perfectamente asumido por los isleños, que en muchos casos manifestaron su solidaridad a los agentes encargados de esa vigilancia.

Identidad y movimientos

El trabajo realizado no tenía como objetivo unicamente localizar a unos terroristas que presumiblemente habían abandonado el día anterior Mallorca, sino también averiguar cómo entraron en la isla, dónde se alojaron y su identidad, de ahí que se revisaran los registros de entrada en los puertos de las semanas previas o los alquileres que se formalizaron durante ese periodo.

Las explosiones que tuvieron lugar el 9 de agosto volvieron a conllevar el despliegue de este mismo dispositivo –aunque esta vez no se cerró el aeropuerto–, aunque de nuevo no se ocultó la posibilidad de que el comando ya no estuviera en Balears y que los atentados se hubieran llevado a cabo usando temporizadores que hubieran permitido a los etarras regresar a la península con mucha anterioridad.