El 24 de febrero de 1677 "fueron detenidos en una casa vieja del rafal Son Forteza cuatro famosos bandidos, llamado uno de ellos Cama llanagant. Acudió el Virrey personalmente, acompañado de algunos caballeros y muchos alguaciles; llamó la autoridad a la puerta para que se rindiesen, pero los de dentro contestaron haciendo fuego, lo que obligó a la gente del Virrey a devolver la agresión matando al Cama llanagant, hiriendo a otro en la cabeza y capturando a los restantes: el cadáver fue colgado de las rejas de la cárcel".

El Cronicón Mayoricense de Alvaro Campaner está lleno de episodios de este tipo. Sin embargo, alguna razón deben tener quienes defienden que la raza humana evoluciona, aunque no está claro que siempre sea para bien.

Los asaltantes de caminos de antaño comprendieron que era mucho más lucrativo y menos arriesgado asaltar el tesoro público que a los viajeros. Presupuestos de obras públicas hinchados, subvenciones sin beneficio social a amiguetes y correligionarios, asesores que no sirven para dar un consejo -ni están para eso-, estudios de coste millonario que se copian en internet... Son armas que han reemplazado el trabuco y la albaceteña de siete muelles. Se asaltan los despachos de las conselleries y de los ayuntamientos en lugar de los bancos o las diligencias.

Los riesgos están más controlados. Donde antes había horca, ahora apenas se sufren unas horas o unos días de cárcel.

La coincidencia de juicios y procesamientos de cargos públicos que en estos meses se acumulan en Mallorca son la prueba evidente de que el bandolerismo no ha desaparecido de Mallorca, simplemente se practica con otros métodos.