El versátil editor y periodista Basilio Baltasar ha sido señalado de manera unánime y persistente como ideólogo de la invasión, aunque él haya declinado este cargo. Sin embargo, ningún testigo de aquellos años puede negar que fue el actual director de Relaciones Institucionales del Grupo Prisa el inspirador de la ocupación de aquella isla amenazada. Baltasar sigue reivindicando la pureza de aquella acción, en la que identifica el acta fundacional del ecologismo balear, pero también su vigencia. Según Baltasar, lo acaecido en 1977 bien pudiera repetirse hoy.

"¿Y por qué no?", se pregunta: "La ciudadanía, como entidad ilustrada, es un acto de creación y acción política constante. Basta estar convencido de ello para enriquecer a la comunidad con la iniciativa individual. Si la democracia no es participativa no será más que un espectáculo deforme de nuestros peores vicios colectivos."

Este carácter participativo, casi espontáneo y anónimo, fue uno de los aspectos garantes del éxito de la acción. "El éxito y la popularidad de la ocupación de sa Dragonera procede de las ideas y del espíritu con que se llevó a cabo. Salvar una isla ´virgen´ de la especulación, de la destrucción, del engaño", afirma. "Fue un acto de afirmación moral y natural. Se difundió a través de la intuición, no a través de farragosos actos de propaganda. No se pedía el voto ni la afiliación ni el aplauso: se tomó la iniciativa, y la invitación a participar estuvo abierta siempre. El olfato popular percibió claramente esta diferencia."

"Ninguno de nosotros nos dedicábamos, ni nos dedicamos después, a la política. No hubo siglas ni organizaciones ni ambición institucional. Fue una acción política, desde luego, pero entendida como el arte de crear situaciones nuevas, el arte de inventar el futuro", insiste. "Esa cultura de seminaristas celosos que regentaba los miedos sociales en Mallorca se resistía al libre intercambio de ideas, proyectos y acciones. Pero el ímpetu creativo pasó por encima de este corral de gallinas asustadas".

Se trataba, al fin, de exigir el cumplimiento de la legalidad, aunque fuera a través de una acción ilegal. Señala Baltasar que "la isla estaba protegida por la legislación hasta que una mano furtiva y clandestina, gracias a sobornos e influencias, modificó el plan de espaldas a los organismos ´legales´ para ejecutar la operación urbanística. Lo ilegal fue, como siempre, el acto de corrupción. La campaña por sa Dragonera fue un simple acto de salud política. Como lo ha sido, por otro lado, la reciente detención del alcalde de Andratx".

Sin embargo, existió una comunicación poderosa a través de la imagen que destacó en todo momento y atrajo la atención de muchos: "Antonio Socías, Pere Joan, Menéndez Rojas, Vicente Torres, Vicens Ferrer y Miquel Barceló fueron algunos de los jóvenes artistas (hubo también músicos, actores de teatro y poetas). Pero no era merchandising ni nada que se le parezca. Fueron actos de comunicación que transmitían la capacidad por inventar lenguajes y posibilidades. El marketing es una rutina comercial que invade la vida cotidiana de los ciudadanos, entregados a la práctica del consumismo banal. No tuvo nada que ver con nuestros arte-factos", puntualiza el pensador.

En cualquier caso, la ocupación de sa Dragonera no fue un hecho casual ni banal, y cambió de manera abrupta una visión de la sociedad cuando "la izquierda no sabía qué era el ecologismo y el GOB era un grupo de ornitólogos", aunque ya entonces "hizo un trabajo magnífico". "Sa Dragonera estrenó en Mallorca el ecologismo como fuerza política, como lectura e interpretación de los riesgos de la sociedad industrial, tal y como se conocía desde tiempo atrás en Estados Unidos y Europa. Lo que ahora dice Al Gore, lo decíamos treinta años antes nosotros".