Algunos de ellos habían leído a Proudhon, a Kant, a Kropotkin y a Russell, entre otros autores. Algunos, tal vez los más, se dejaban llevar por una vaga sensación de justicia y peligro. Otros eran sencillamente amantes de la naturaleza. Un número indeterminado de estas personas, entre 20 y 30, alquilaron hace treinta años una golondrina en Sant Elm y fueron con ella hasta sa Dragonera, donde algunos acamparon.

Con este gesto inofensivo no sólo empezaba un movimiento de defensa decisivo para el futuro de aquella isla, que culminaría casi quince años más tarde, en 1995, con la protección integral del territorio; también nacía el ecologismo en Balears, y lo hacía fuera de entidad alguna.

Miquel Rayó recuerda desde el GOB que esta entidad sufrió al verse en la tesitura de dar su apoyo o no a la acción, algo que hizo al final gracias al apoyo de Jesús Jurado, Gabriel Pomar o Francesc Moll. Y llegaría a causar una crisis de su gobierno, donde Moll sustituiría poco después a Josep Maria Casasayas, quien se había reunido varias veces con los participantes en la acción y "sabía lo que iba a venir", según uno de los participantes de las reuniones.

Que una acción externa supusiera una crisis en el seno de una organización ornitológica revela el impacto que ocasionó en toda la sociedad balear. De hecho, la citada entidad y sus abogados acabarían "haciendo un trabajo magnífico hasta conseguir el estatuto que merece la isla: parque natural", afirma Basilio Baltasar, una de las personas que ocuparon sa Dragonera en el 7 de julio de 1977, y considerado el inspirador de aquella acción.

Pero el cambio iba a ir mucho más allá del GOB, como demuestra el hecho de que hoy ningún partido político deje de añadir el adjetivo "sostenible" a cualquier sustantivo que denote crecimiento. Josep Lluís Mádico, integrante entonces del grupo que se conocería como Talaiot Corcat, define la acción como "pedrada en un estanque: tenía que notarse por fuerza, pero además cayó en el lugar preciso para que se oyera y se vieran mejor las ondas".

Y así fue. Tras la publicación de la acción radical, se comprobó que la sociedad estaba, a pocos días de unas elecciones democráticas, deseosa de hacerse oír. Dos días después de la ocupación, trescientas personas se desplazaban hasta Sant Elm para sumarse a los ´ecologistas´. Y entre ellos gente como Baltasar Porcel o Leopoldo María Panero, capaces de llamar la atención de la prensa. Además, un artista joven como Miquel Barceló atrajo a otros como Menéndez-Rojas, Pere Joan...

Pero ¿quiénes eran aquellos jóvenes que acampaban en la isla? Dado lo heterogéneo del grupo, no sorprenderá lo divergente de las versiones. Mádico, que ostentaba el increíble título de presidente de Talaiot Corcat -era el único mayor de edad cuando se fundó-, da la versión más conocida. En 1976, en la esquina de las calles Antillón y Pere de Alcàntara Penya, un grupo de jóvenes pone en marcha el bar Talaiot Corcat, usando "lo que quedaba de una caja de resistencia de la CNT y una letra-pelota" que iría y volvería una y otra vez.

Según Mádico, aquel centro que funcionaba como ateneo libertario acogería a diferentes grupos de personas: montañeros como Bartomeu Quetglas, José María Álvarez, José García o Juan Llull; jóvenes ´libertarios´, como los hermanos Josep y Miquel Moreno; un grupo de personas que venían de la acción sindical, como el mismo Mádico; y un conjunto de ideólogos, algo mayores que el resto, entre los que destacaba un supuesto grupo bajo el nombre de Terra i Llibertat, entre cuyos miembros se contaban Joan Cifre y Basilio Baltasar. Este último niega la existencia de dicho grupo. "Terra i Llibertat era un lema, nada más".

Fuera como fuera, el 5 de julio, un grupo de jóvenes se reunieron. Baltasar asegura que entonces entendieron el alcance de lo que tenía que ocurrir, "mientras jugaban imaginando lo que iba a pasar". Dos días después, empezaba la ocupación.

Recordemos ahora por qué se produjo. Una empresa, Patrimonial Mediterránea S.A. (Pamesa), había conseguido -de manera ilegal- autorización para crear una gran urbanización en la isla, a la que pretendía ´preservar´ mediante reforestación en las zonas que no eran aptas para la edificación. Es inútil describir ahora aquel proyecto megalómano: basta decir que incluía helipuerto y una aldea para los trabajadores.

Y contra la ilegalidad se estableció la acción ilegal de los jóvenes, que culminaría, como se ha repetido hasta la saciedad, con la compra de la isla por parte del Consell de Mallorca en 1987 y la posterior declaración como parque natural en 1995.

Pero como en todos los cuentos fantásticos -y este lo es-, la maldad acecha a la pureza. Se ha sugerido repetidamente que Pamesa utilizó a los ecologistas como anzuelo para vender la isla con ventaja. "Es posible, pero es mejor pensar que simplemente conseguimos impedir la edificación de la isla", explica con un deje agridulce Miquel Moreno, uno de los jóvenes de Talaiot Corcat. Josep Lluís Mádico coincide en esta versión, pero añade sabiamente: "Lo importante es que la isla está protegida..."

Y, ciertamente, algunas de las circunstancias de la acción resultaron sorprendentes. ¿Por qué las fuerzas del Estado no impidieron la ocupación? Moreno recuerda que un barco de la Armada estaba allí, preparado para desalojar a las personas acampadas, a las que él daba cobertura logística desde Sant Elm (eran más los que trabajaban desde Mallorca, organizando a la gente y llevando víveres a los "afortunados que tomaban el sol en sa Dragonera"); y su furgoneta era seguida en todo momento por la Guardia Civil. Sólo un año más tarde, la Policía Nacional actuaba con contundencia contra los manifestantes a favor de la conservación de la isla.

Baltasar no cree que "nadie se plantease en serio la represión, apenas unos días después de las primeras elecciones democráti-cas desde 1936". Otros han apuntado que los hermanos Moreno, vinculados a la Cruz Roja, conocían las frecuencias de emisión de las fuerzas estatales para burlar su cerco. Como no podía ser de otra manera, Miquel Moreno lo desmiente.

El juego de los desmentidos es normal entre los protagonistas de aquella acción, calificada en su momento de "algarada ácrata". Parece que quienes organizaron y participaron de la ocupación desean pasar inadvertidos. En cambio, quienes quedaron varados en la playa de Sant Elm, intentando llegar a la isla, siguen soñando que lo consiguieron. Y todos dicen la verdad.