Escribo esto con la frialdad de quien pierde a alguien querido pero sin embargo todavía no lo ha empezado a echar de menos. Hasta ayer Mateu siempre ha estado ahí, aquí, en Palma, en Manacor, en su estimado Port. Mañana ya no y entonces es cuando la bicha se nos apodera para doblarnos inexorablemente en la añoranza, el recuerdo, la congoja. No está, pero nos salva que sigue y seguirá siendo siempre Mateu. Con firma propia, con personalidad inconfundible, honesto, leal, fiel. Con los suyos y con su tierra, a la que ha dedicado su vida profesional en esta tarea del periodismo de nuestros desvelos. Hemos compartido días interminables de trabajo, pero también horas de ocio, desde el albor de los noventa. Ahora se me agolpan y me confunden. Habíamos coincidido sin saberlo en la Facultad de CCII de la Autònoma de Barcelona, y más de una vez rememoramos entre risas su participación en la cooperativa Martínez, un ensayo libertario en el bar de la Facultad que me impactó mientras duró, que no fue mucho. Mateu era aquel, un idealista y como tal si se quiere un utópico. Tenía mucho que decir pero su humildad e introversión le retenían en segundo plano. Así fue en esta casa hasta que se destapó afrontando altas responsabilidades, coordinando equipos, proponiendo vías informativas, colaborando con ímpetu, creatividad y gran capacidad organizativa en crear la médula del periódico actual. Acudí muchas veces a él, lo hice habitualmente, a cruzar opiniones, ante un pa amb oli y una cerveza. He tenido la suerte de tenerlo a mi lado hasta el final de su enfermedad y nunca dejó de obsequiarme con soluciones o con sus lecturas de la compleja realidad. Incluso sufriendo la enfermedad sacó tiempo para pensar el diario. Porque pensaba el diario y eso sólo lo hacen los periodistas mayúsculos, polifacéticos y quienes se identifican con la cabecera. También pensaba Mallorca, Palma y la Part Forana (ai, els seus pobles estimats!) desde el compromiso por mejorar el presente y futuro del paisanaje, y eso sólo lo viven quienes realmente aman la isla, su cultura, sus tradiciones, la lengua.

El destino le jugó una mala pasada pero no sin esfuerzos: Mateu se ha revuelto contra él con uñas y dientes mientras pudo, batallando hasta el último aliento por superarlo. Tanto, que a veces hasta nos convencía de que vencía. A su lado, infatigable, Jero, su esposa, amiga y compañera que se convirtió en su sombra desde que hace más de un año los médicos diagnosticaron lo irreparable. Desde aquí, desde la tristeza y la impotencia de sufrir la desaparición del compañero y amigo, nuestro ánimo y apoyo incondicional para ella y su familia.