La experiencia de elevarse a las alturas de la Seu permite descubrir la parte más desconocida de la Catedral ya que el visitante puede analizar cada detalle arquitectónico de cerca al mismo tiempo que contempla la ciudad desde una perspectiva elevada con el puerto y el mar como telón de fondo.  

Desde las terrazas es posible hacer un recorrido entre gárgolas y contrafuertes y vivir una experiencia espiritual más allá del tiempo. 

El rosetón mayor representa uno de los elementos más espectaculares con sus más de once metros de diámetro. La nave central de la Seu se puede observar a través de sus cristales de colores y son muchos los que aprovechan para experimentar la sensación de ver el templo desde las alturas. 

Las decoraciones góticas son numerosas con los pináculos neogóticos del siglo XIX como símbolos eternos de la espiritualidad. Pero todavía quedan sorpresas para el visitante curioso. Una gran Virgen esculpida que elvada los brazos hacia el cielo domina el tímpano superior de la fachada. En el medallón inferior aparecen representados los apóstoles contemplando el sepulcro vacío de la Madre de Jesús, sostenido por un ángel. 

El esfuerzo que supone subir los más de doscientos escalones de escaleras de caracol que hay hasta llegar al campanario bien vale la pena ya que se abre ante el espectador un espectáculo de contraluces. 

Además de apreciar de cerca cada uno de los elementos del conjunto arquitectónico otra de las sorpresas de esta visita es tener la posibilidad de presenciar la conexión entre el puerto, el Parc de la Mar, el amplio paseo marítimo y el resto de la ciudad desde las alturas. Toda una experiencia.