Según la inversora Mary Meeker, nueve de las veinte empresas tecnológicas más grandes del mundo son chinas, mientras que las otras once son estadounidenses; ninguna es europea. Estos gigantes tecnológicos chinos dominan el mercado asiático ofreciendo servicios similares a los que triunfan en Silicon Valley. Repasémoslos.

El grupo Tencent controla WeChat (similar a Whatsapp), QQ (el Messenger chino) y la mayor empresa de videojuegos del mundo. Alibaba, quizá la multinacional china más conocida en Europa, y Jingdong (JD.com) compiten contra eBay y Amazon. La fintech Ant Financial, con su pasarela de pagos Alipay, acaba de recibir una ronda de financiación de 14.000 millones de dólares. Baidu es el buscador que ocupa el lugar de Google y Xiaomi fabrica smartphones parecidos a los de Apple. Didi Chuxing es el mayor competidor de Uber. Meituan-Dianping es una combinación de Groupon y Glovo. La vigésima posición por tamaño es para Toutiao, un portal de información y noticias. Tampoco podemos olvidarnos de Weibo (similar a Twitter) o iQiyi (el Netflix chino).

Hasta 2018 estos dragones tecnológicos volaban impulsados por un creciente consumo doméstico y la disposición de los consumidores chinos a comprar por internet y a pagar por contenido online. Las empresas tecnológicas chinas, a diferencia de las estadounidenses, no dependen tanto de la publicidad ya que gran parte de sus ingresos provienen de comisiones por transacción, subscripciones o compras de extras dentro de las apps. Este 2018, sin embargo, los inversores están preocupados por el riesgo de sobreendeudamiento y sobrecalentamiento de la economía y las empresas chinas.

Estas compañías chinas han crecido al calor de la aceleración económica de su país, disfrutando de un nivel probablemente excesivo de financiación a tipos bajos y en moneda controlada. Además, han aprovechado las barreras a la competición internacional que imponían la idiosincrasia cultural y el proteccionismo empresarial (por ejemplo, Google, Facebook y Twitter están bloqueados en China). No obstante, hay que reconocer que están realizando fuertes inversiones en innovación y adquiriendo activos tecnológicos y estratégicos por todo el mundo. Asimismo, China y sus empresas están cosechando buenos resultados de su importante apuesta por el desarrollo del talento y la formación educativa.

Este crecimiento local tan fácil podría perjudicar a las empresas chinas en su expansión internacional pues no están acostumbradas a "tropicalizarse", es decir, adaptarse a mercados de características variadas y diferentes a las de origen. Para superar esta desventaja es probable que promuevan alianzas, inversiones o adquisiciones de empresas locales como hacen sus homólogos japoneses. Por ejemplo, en la industria de las apps de taxi, el grupo japonés Rakuten tiene una participación significativa en la española Cabify, mientras que Didi Chuxing compró la brasileña 99Taxis por 1.000 millones de dólares.

En España la inversión china está aumentando rápidamente, sobre todo en los sectores turístico, inmobiliario y alimentario, y pronto veremos capital chino en empresas tecnológicas españolas. Somos un destino atractivo para China tanto por nuestro potencial nacional como por nuestras conexiones con Iberoamérica.

Estos dragones tecnológicos chinos son todavía relativamente desconocidos para el público europeo, pero deberíamos estar muy atentos a su evolución. Cuanto más poderoso y rico es un país, más influyente es su cultura, siempre y cuando disponga de mecanismos de difusión. Dado el progreso económico de China, es crucial entender los valores y las costumbres chinas para saber qué ideas se propagarán en el mundo del siglo XXI.

En definitiva, los europeos deberíamos pasar del viejo dicho "cuando China despierte€" al desafortunadamente más actual: "cuando Europa se dé cuenta de que se ha dormido€"