Empresa somos todos, sin empresas solo hay paro

Domènec Biosca

Domènec Biosca

Una vez más, invito al paciente lector a reflexionar y comprender la empresa como un valor, porque sin empresas no hay empleo privado.

El 99,9 % de las veces que pregunto ¿Qué es la empresa? Me miran como si la empresa fuera un ovni extraño a su persona y, obviamente, sujeto a todos los males, críticas y ataques ideológicos de los que precisamente salen de casa con el sueldo asegurado gracias a la existencia de empresas rentables, con éxitos sostenidos

Quiero recordar que la empresa somos todos los que trabajamos en ella, sus activos y pasivos, sus clientes y proveedores; no debemos ir unos contra otros, como bandos- departamentos, o bandas y no precisamente de música. La empresa es una comunidad de personas, con talentos complementarios, alto compromiso con su éxito, hábitos positivos orientados a la eficiencia, con una fuerte voluntad de ayudarse para conseguir la excelencia orientada absolutamente a vender soluciones a los clientes. Para conseguirlo, son imprescindibles los valores de las buenas personas que construyen confianzas, trabajan generosamente y con eficiencia, simplificando los procesos con las nuevas tecnologías, reconocen y corrigen sus errores en equipo con agilidad y humildad, se comunican y se forman, para crecer juntos… "Una comunidad de valores para el éxito de todos y para todos".

Cuando en las creencias de algunas personas se instala la excusa de que los sueldos los paga la empresa, digo excusa porque me cuesta creer que a estas alturas del complejo mercado, alguien de forma honesta ya no sepa que el sueldo se lo paga cada uno, empujando al equipo para conseguir vender, vender y vender, porque sin ventas solo hay paro y de este mal sabemos mucho, creo que están excusándose de cualquier causa del posible fracaso empresarial, dirigiendo sus culpas a otros. Mientras estoy escribiendo precisamente esta reflexión, oigo los gritos, insultos, tambores y petardos y veo las pintadas que los trabajadores de una empresa en crisis que están exhibiendo en el domicilio del propietario, obviamente intentando amedrentarlo ¿De verdad alguien en su sano juicio cree que maltratando a la marca de la empresa algún cliente volverá, los proveedores fiarán y la banca financiará? ¿O saldrán todos a la carrera? Y una vez cerrada la empresa, ¿Qué puestos de trabajo quedarán?

Ojalá a ningún lector le parezca exagerada esta reflexión, o de parte. Les estoy escribiendo después de haberme dedicado más de diez años a reflotar empresas, y sigo publicando las causas y soluciones en el libro “100 soluciones para salir de la crisis” ¿Cuántos puestos de trabajo se hubiesen salvado si los valores, creencias emociones y capacidades expuestas en este libro hubiesen formado parte de la inteligencia de los afectados?

Le recomiendo formar a todo su personal en los valores de las buenas personas, en las capacidades del éxito y en el liderazgo próximo para conseguir compartirlos entre todos, evitando caer en el error de contratar rápido y despedir tarde a los que no quieren sentir los valores comunes. ¿Lo hace? 

Si aceptamos que el éxito radica en satisfacer constantemente las ne­cesidades de los clientes, generando diferencias con la competencia para sorprenderlos y fidelizarlos, también aceptaremos como normal el concepto "cambio constante".

¿Quién domina totalmente el cambio? Nadie, a excepción de los irresponsables que se autoengañan. Cambiar es querer construir un futuro que aún no es tangible, y ello comporta dudas que nos provocarán inseguridades, es decir,

crisis. Lo que ocurre es que una cosa son las crisis con alternativas y a tiempo, y otra las crisis sin alternativas y sin tiempo, o teniendo que recuperar el tiempo perdido. Aquí radica la diferencia: la reconversión constante es dominar los cambios, lo contrario es la reconversión por crisis.

Nadie debe avergonzarse de querer aprender a dominar el cambio, ni tampoco de aprender de los errores. De lo único que hay que avergonzarse es de no querer cambiar, de practicar la excusa, la búsqueda de culpables, la prepotencia de no escuchar a los clientes y empleados y, en definitiva, de autoengañarse.

Como siempre quedo a su disposición en dbiosca@educatur.com tanto en las coincidencias como en las discrepancias.