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¿Y si empezamos por conocernos?

¿Y si empezamos por conocernos?

Decía Tales de Mileto que lo más complicado es reflexionar sobre uno mismo, por eso nos es más fácil, quizás, poner el foco en lo que vemos en los demás que en nosotros, o quizás nos es más fácil comentar lo ajeno que lo propio.

A mi hoy me gustaría poder mirar hacia dentro, reflexionar sobre nosotros, entender y aceptar como somos... ¿Te has preguntado alguna vez quién eres? ¿Qué concepto tienes de ti mismo? 

Una de las habilidades más potentes que podemos encontrar o poseer como profesionales es la capacidad que tenemos de conocernos. Todos creemos que nadie nos conoce mejor que nosotros mismos, pero son pocas las veces que nos paramos a reflexionarlo.

Ser capaz de identificar cuáles son nuestras fortalezas, nuestras debilidades, dónde encontramos ese talento que todos tenemos, cuáles son nuestros valores o incluso cúal en nuestro objetivo o nuestra meta, deberían ser aspectos que todos tenemos que tener presentes.

El autoconocimiento es la primera competencia de la inteligencia emocional, y además es la base para poder desarrollar cualquiera de las demás competencias emocionales como el control, la automotivación, la empatía o las habilidades sociales que nos facilitan el ser capaz de influir, comunicar, colaborar, resolver conflictos y trabajar en equipo. 

Obviamente, saber quieres somos lleva su tiempo. Incluso diría que nos pasamos toda una vida descubriendo cosas nuevas sobre nosotros pero es la clave para poder regular nuestras emociones y relacionarnos con los demás de forma óptima.

Para poder conocernos un poquito más te invito a que sigas estos 5 pasos.

1-. Familiarízate con el vocabulario emocional. Todo empieza por ponerle nombre a lo que sentimos, ¿cómo?, te invito a hacer un pequeño ejercicio. Coge un papel y escribe durante dos minutos todas las emociones que conozcas, ¿ya?, ¿seguro que no conoces más? La mayor parte de nosotros nos quedaremos con las básicas como felicidad, sorpresa, ira, miedo, tristeza y asco pero detrás de cada una de ellas existen otras como indiferente, vulnerable, escéptico, valiente o satisfecho, y así podríamos seguir hasta más de 100. Cuanto mayor sea nuestro conocimiento emocional mejor sabremos poner nombre a lo que sentimos y a cómo nos sentimos.

2-. Conecta lo que sientes con tu cuerpo. Cuando experimentamos una emoción, experimentamos también una respuesta física en nuestro cuerpo: se nos acelera el corazón, se nos contrae el estómago, se nos pone un nudo en la garganta... haz pausas para identificar qué sientes y dónde lo sientes.

3-. Relaciona lo que sientes con tus acciones. ¿Cómo reaccionamos cuando nos enfadamos? ¿Cómo actuamos cuando estamos aburridos o cuando nos sentimos ansiosos? Simplemente al identificar el vínculo entre la emoción y la acción podremos cambiar la respuesta.

4-. Identifica tus detonadores. Aquello que te saque de tus casillas o aquello que te pone de muy mal humor, todo aquello que saque lo peor de ti. Sólo espero que sea algo y no alguien... pero si eres consciente de ello siempre puedes trazar un plan de acción para poder mantener la calma y no tener que apretar el gatillo

5-. Observa el efecto de tus emociones en los demás pues para bien o para mal todo lo que hacemos tiene consecuencias a nuestro alrededor, y por qué no decirlo nuestras emociones también se contagian. Simplemente párate a pensar cómo reaccionan tus hijos cuando estás de mal humor así que, presta atención a lo que contagias.

Trabajar el autoconocimiento nos hace más eficientes en nuestras funciones nos facilita aprender de nuestros errores más rápido, nos ayuda a potenciar nuestras fortalezas sin olvidarnos de que nos permite tener una mejor relación y más saludable con el entorno.

Conocernos a nosotros mismos nos permite ser más tolerante con los demás pues aceptamos que todos somos diferentes.

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