Sector estratégico

El rescate de Siemens Gamesa deja en evidencia la crisis de la industria eólica europea

El Gobierno español ha anunciado que participará en el auxilio de la compañía con sede en Zamudio (Vizcaya)

El Gobierno alemán y los bancos pagarán un rescate de 15.000 millones a Gamesa.

El Gobierno alemán y los bancos pagarán un rescate de 15.000 millones a Gamesa. / Archivo

Sara Ledo

El Gobierno alemán y los bancos han salido esta semana al rescate de Siemens Energy y su filial de fabricación de aerogeneradores española, Siemens Gamesa, después de registrar unas pérdidas en su ejercicio 2023 de 4.588 millones de euros.

También el Gobierno español ha anunciado que participará en el auxilio de la compañía con sede en Zamudio (Vizcaya). El grueso del agujero se debe a un fallo en el diseño de unos aerogeneradores que llevará a la alemana a presentar una reestructuración de su estrategia, pero el rescate pone de manifiesto la difícil situación que atraviesa la industria eólica europea, penalizada por la subida de costes y la presión de la competencia, sobre todo de China.

“Nuestra industria eólica es un ejemplo de éxito europeo. Pero actualmente se enfrenta a una singular combinación de retos”, dijo el 13 de septiembre la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, durante el discurso sobre el Estado de la Unión en el que anuncio un plan de ‘salvación’ para el sector.

Europa quiere triplicar su potencia renovable para 2030 y eso implica duplicar las necesidades de turbinas eólicas del continente, pero se encuentra en una suerte de tormenta perfecta con una demanda “incierta”, mucha “lentitud y complejidad” en la concesión de permisos, la escasez de componentes y una inflación elevada.

La presión de los costes de producción

La Agencia Internacional de la Energía (AIE) prevé que los costes de producir energía renovable se mantengan entre un 10% y un 15% por encima de los niveles de 2020 en 2024. En 2022 los costes de fabricación se dispararon, después de un periodo de descenso continuado desde 2010.

El precio del acero, el principal material de construcción de la eólica terrestre, aumentó un 270% en Europa, mientras el cobre y el aluminio se encarecieron un 60% y un 80%, aunque el mayor crecimiento se produjo en los fletes, que casi se sextuplicaron, según la AIE. Aunque en ambos casos han caído desde esos máximos, sigue tratándose de precios elevados.

Estos precios y el aumento de los costes de financiación por el aumento de los tipos de interés están afectando a la viabilidad de algunos proyectos --sobre todo en eólica marina-- y provocando que grandes compañías busquen apoyo de los gobiernos, como Siemens, o frenen inversiones.

Es el caso del gigante danés Orsted, que registró unas pérdidas de 2.667 millones de euros en los nueve primeros meses de este año, frente al beneficio de 2.550 millones de euros del año anterior. Tras descartar dos proyectos de eólica marina en Estados Unidos, esta semana anunció su salida de un consorcio en Noruega y la dimisión de Daniel Lerup, director financiero (CFO), y de Richard Hunter, director de operaciones (COO), debido a un entorno “desafiante y volátil”.

Competencia china

En medio de estos problemas internos, la presión de la competencia internacional es cada vez mayor, con un líder en potencia: China. El país asiático ha pasado de tener una cuota de mercado del 35% en las nuevas instalaciones de turbinas a nivel mundial en 2018, a superar el 50% en 2021. El año pasado por primera vez un fabricante chino, Goldwin, superó a Vestas en el primer puesto del ranking mundial de proveedores de turbinas eólicas, aunque el 90% de su producción fue para su mercado interno, según Bloomberg NEF. Las dos se situaron por delante de la estadounidense GE, en tercer lugar. Después, Envisión, otro fabricante con sede en China –que por cierto es quien aspira a montar una gigafatoria de baterías en Extremadura--, mientras Siemens Gamesa y Mingyang empataron en quinto lugar.

Autonomía estratégica

“Sin implementar medidas contundentes, el ecosistema energético europeo podría tener en 2030 una dependencia de China de diferente naturaleza, pero con una gravedad similar, a la que tenía de Rusia antes de la invasión de Ucrania”, advierte la Presidencia española del Consejo de la Unión Europea en su hoja de ruta para impulsar la autonomía estratégica del continente (ResilientEU).

El consejero delegado de la química Basf, Martin Brudermüller, sugería esta semana, en declaraciones al Frankfürter Allgemeine, que Europa ya había perdido esa carrera. “Los chinos son técnicamente mejores y también más rentables”, dijo, quien es uno de los impulsores del mayor complejo eólico marino del mundo, el parque ‘Hollandse Kust Zuid’, situado en la parte holandesa del Mar del Norte, y con él que el gigante químico prevé descarbonizar parte de su producción.

El consejero delegado de Siemens Energy, Christian Bruch, respondía a esas palabras durante la presentación de resultados asegurando que "no se trata de proteger al mercado de los competidores chinos, sino de crear un terreno de juego en igualdad de condiciones”. El ejecutivo alemán puso entonces el foco en las subastas renovables. La mayoría de concursos de energías limpias de los países se basan en el precio, pero el sector pide reflejar otros criterios, como la sostenibilidad o la huella de CO2. "No hablamos de separar el mercado sino de crear criterios que sean importante para nosotros como regiones y países para tener una industria sostenible. No es una cuestión de quién lo hace, sino de dónde se hace y qué pasa con la sostenibilidad y la huella de CO2 y cómo estas cuestiones se reflejan en las subasta”, expuso.

“Podemos seguir el nivel de China y superarla a nivel internacional si tenemos soluciones pertinentes. Pero para eso necesitamos resolver primero nuestros problemas. Y el principal es que hay países y regiones donde yo cuestionaría si hay un terreno de juego nivelado”, añadió. El paquete de energía eólica de la Comisión Europea busca hacer frente a esos desafíos al facilitar el acceso a la financiación para las empresas —a través del Fondo de Innovación y con garantías de reducción de riesgo del Banco Europeo de Inversiones (BEI)—, pero también con permisos más rápidos y ayudando a los países a mejorar el diseño de sus subastas para que incluyan criterios de precalificación para garantizar la ciberseguridad, la protección del medioambiente y la capacidad de cumplir con los compromisos del proyecto.

Cambios estructurales

Pero no todos los problemas son nuevos. En septiembre de 2021, antes de la pandemia, el primer fabricante europeo de aerogeneradores, Vestas, anunciaba el cierre de sus fábricas de Lauchhammer (Alemania), Viveiro (España) y Esbjerg (Dinamarca). Unos meses antes era Siemens Gamesa quien avanzaba la clausura de las suyas en La Coruña y Cuenca. En ambos casos se debía a una reestructuración de las empresas porque la producción en esas plantas se focalizaba en un tipo de aerogeneradores más pequeños de los que se empezó a demandar el mercado debido a la innovación en el sector para construir máquinas más eficientes.

Esta semana, el 21 de noviembre, la filial energética de Siemens presentará su nuevo plan estratégico, en el que no habrá grandes desinversiones, pero se definirán los productos y mercados en los que centrará su división eólica. El grueso de su negocio está presente en España, Alemania y Dinamarca, por lo que una de las grandes incógnitas es cómo será el tamaño resultante de cada uno de esos mercados, aunque la compañía ha asegurado que no planea despidos. 

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